Todo este asunto empieza con Stranger
Things. Trataremos de explicarnos.
El asunto es el mundo dividido y la serie de la que hablamos
es 13 Reasons Why (Por
13 razones), que desde el 31 de marzo puede verse en Netflix.
Que la serie está basada en un best seller sobre
una adolescente que se suicida y deja 13 casetes (sí, casetes marca Maxwell) en
las que expone a 13 personas de su secundaria a las que vincula a su suicidio, sería
un detalle más. Salvo por la presencia de esos casetes, como los que se usaban
en los 80 y sobre los que más de un personaje señalará a lo largo de los 13
episodios. También la bicicleta del protagonista, en la que se desplaza por un
pueblo más o menos pequeño, o el cine en el que trabajan ella y él, nos trae resabios de esas escenografías que
conocimos en películas desde Cuenta
conmigo a, justamente, Stranger
Things que trataba, como todos recuerdan, de varias capas de dobles mundos:
el que conocemos y el llamado “The upside down” –una suerte de universo
paralelo, sombrío y aterrador detrás del espejo–, el mundo dividido aún en 1986
por la Guerra Fría, el de niños y adultos, etcétera.
Como se sabe y lo observaron
varias publicaciones, Por 13 razones
fue –y lo sigue siendo– una de las series sobre la que más se tuiteó en lo que
va del año. Las razones sociológicas no nos importan demasiado. Basta con decir
que eso que los psiquiatras llaman “bipolaridad” parece la enfermedad ideal
para un mundo en el que la Guerra Fría parece trasladarse al interior de la
mente de sus habitantes.
Escena explícita
Hannah Baker (la actriz Katherine Langford) es nueva en la
secundaria del pueblo, sus padres llegaron hasta allí con la idea de instalar
una farmacia que no tuviese que competir con una gran cadena nacional que los
había llevado a la ruina en la ciudad donde vivían, pero una sucursal de esa
cadena también se instala allí.
Pero lo que 13 razones
muestra también es la vida exultante de Hannah Baker –la voz de Langford es en
sí una especie de himno: todo su personaje está en esa mezcla de candor y
rispidez de su voz.
Puesta
Si algo hace a 13
razones una obra considerable es la calidad de su puesta en escena: desde la
economía de recursos (Clay Jensen se lastima con su bicicleta ni bien comienza
el primer episodio y la marca que llevará en la frente nos permite distinguirlo
cuando se enfrente a sí mismo (con la frente lozana) en los recuerdos que
despierta la voz de Hannah, de la que estaba perdidamente enamorado.
Todos los protagonistas de 13 razones sufren, por decirlo de algún modo, cambios en el cuerpo:
las etéreas heridas morales o sentimentales que el relato de la muerta –es una
muerta que habla, no del todo un zombie, figura que aparece en los diálogos de
los protagonistas–, cobran forma a lo largo del relato, desde la paulatina
decadencia de su amiga Jessy a la consumición de Justin, el basquetbolista pobre
que depende de una beca deportiva para seguir sus estudios.
Ninguna acción de algún modo “secundaria”, como subir a un
autobús escolar o leer un libro es ajena a esta gran trama que, como dijimos al
principio, narra la división de un mundo montada sobre la historia del
suicidio.
Los adolescentes de la serie dialogan con una inteligencia
digna de seres vivos, capaces de compartir el mundo que estallará en su cara.
Por eso los que se quedan sin palabras suelen ser lo adultos, que recurren a
fórmulas y a los que vemos montarse sobre fórmulas preventivas del suicidio.
La familia de Clay es en ese sentido el centro más turbio de
un mundo que sólo puede caerse, como se cae el mundo de Stranger Things, no porque haya sido liberado un monstruo debido a
experimentos secretos del gobierno, sino porque no parece haber forma de
habitarlo decentemente sin cometer una canallada. El padre de Clay estudió
Literatura, es algo así como un escritor que comprende la situación que
atraviesa su hijo y de alguna manera lo alienta, quiere correrse de las
fórmulas y la protección de su madre, que es abogada y tienen ente manos nada
más ni nada menos que la defensa de la escuela contra la demanda que hicieron
los padres de Hannah Baker. Allí donde los jóvenes lidian, se desangran y se
transforman para enfrentar la interpelación que inauguraron las cintas de
Hannah, los adultos se limitan a ejecutar los pasos del minué de la justicia o
la propaganda profesional antisuicidio.
No sirve mirar la serie como adulto y no ver ese abismo.
Los jóvenes siempre entienden. Entienden que los monstruos,
como los de Stranger Things, como los
adultos involuntarios de 13 razones,
están a la vuelta de la esquina de la calle que no debían tomar y son también
una guía en sentido contrario.
Como lo señalamos en su momento en Hoja de Ruta, el best seller en el que se basó la serie iba a ser primero una película protagonizada por Selena Gómez, hasta que la misma Selena se puso de productora de la serie.
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