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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

sábado, 8 de febrero de 2025

el amigo ha muerto

La última vez que lo vi había ido a visitarlo a la casa de su madre en el barrio Somisa, en San Nicolás, y fuimos a ver el nuevo balneario que había hecho la Intendencia en el ex dique de la Rycsa, sobre el arroyo Ramallo. Entonces llegamos hasta la capilla Sagrado Corazón, en barrio Sironi, donde él se mofó a su modo de la soledad del paisaje y el amarillo plomizo del templo que se erguía contra el cielo encapotado. Al lado había un salón de ceremonias levantado en los 60-70, de una arquitectura racionalista que contrastaba tanto con la de la capilla que volvía irreal cualquier comparación. “Y mientras estamos acá, curioseando, ahí adentro hay una secta rindiendo culto a alguna de las deidades de Lovecraft”, dijo y le festejé el comentario, con el que volvíamos a hablar del gótico.


Juan Pablo Dabove nació en Rosario en 1969, pero se fue a vivir con sus padres a San Nicolás de muy chico. Su padre, un ingeniero que trabajaba en la planta de Siderúrgica Argentina, lo envió a hacer el secundario en el Liceo Aeronáutico Militar de Funes. Cuando salió de allí volvió a Rosario y estudió Letras en la UNR, donde fue profesor hasta que en 1998 aplicó para una beca doctoral en la universidad de Pittsburgh, Pensilvania, EEUU, donde terminó su posgrado y se quedó a vivir.

Su lugar de origen era un poco como esa iglesia desierta del barrio Sironi con el salón brutalista construido a un costado.

En Pittsburgh vivió el fin de época que trajo el atentado contra los Torres Gemelas. Los principales organismos de Seguridad estadounidenses, que hasta entonces “bancaban” los estudios sobre latinoamérica, identificada entonces con el peligro inminente por sus migraciones a Estados Unidos, desviaron el destino de sus fondos y los orientaron hacia los estudios árabes. Juan Pablo sabía en lo que trabajaba. No es que despreciara o descreyera del sistema político estadounidense, pero conocerlo ya era ser crítico. “I love the country but I can’t stand the scene”, podría haber dicho con Leonard Cohen.

En algún año de la primera década de los 2000 que no recuerdo, Juan Pablo ganó una titularidad en el departamento de Español y Portugués de la Universidad de Boulder, Colorado, donde decidió trabajar y vivir hasta el miércoles 22 de enero pasado.

Ahí, en Boulder, escribió dos de los libros más contemporáneos que leí sobre literatura cercana —la de Latinoamérica, para llamar de algún modo a un corpus diverso y fascinante que está muy lejos de las “identidades” con las que hoy se fabrican tantas fórmulas magistrales—: Nightmares of the Lettered City (“Pesadillas de la ciudad letrada”) y Bandit Narratives in Latin America: From Villa to Chávez (“Narrativas de bandoleros en América latina: de Villa a Chávez”, que tuvo la deferencia de dedicarme).

En Nightmares, que es de 2007, aborda la narrativa del bandolerismo como una “teratología”, es decir, un estudio sobre los monstruos. La disolución de límites entre alta cultura y cultura pop que trajo el episodio anticipado de la “caìda de las Torres Gemelas” por la ficción más popular no había sucedido aún, por eso su texto puede leerse como un preview de cosas que discutimos hoy: el reconocimiento de lo monstruoso en la historia que nos antecede y nos define. 


Su método recuerda el de Franco Moretti en el premonitorio
Signs Taken for Wonders (1983) y, en especial, a la dialéctica del miedo de ese libro, en el que Moretti define en términos marxistas los dos monstruos de la modernidad: Frankenstein y Drácula. Pero Juan Pablo no era lo que llamaríamos un “marxista”. Como lo definió Joseph Conrad —otro extranjero de orígenes inciertos— en El corazón de las tinieblas, “his method became unsound”: “su método se volvió desmesurado”. Ese unsound —”impronunciable”, según la literal traducción— es menos una descripción que un concepto: hay algo allí de la imposibilidad de mencionar éso que se describe que flota en el término unsound. Y Juan Pablo conocía los términos con los que escribía. Una vez, cuando traduje un texto de Adam Kotsko, le pregunté si podía traducir awkward como “siniestro”, aunque no respetara el uso generalizado del término en el texto. “En awkward se percibe la incomodidad que produce algo infantil”, me respondió. Había explorado los orígenes del término en el diccionario etimológico en inglés, pero su respuesta devino una Ley para leer ese término: algo de los niños que criábamos nos interpelaba en ese awkward que Kotsko aplicaba a la lectura de ciertas series de televisión contemporáneas.

En el sitio de evaluación de profesores de Boulder, Juan Pablo aparece con una mayoría de reseñas positivas, aunque muchos cuestionan su exigencia. Hay un alumno/a que dice que muchos lo odian, pero que no es su caso. Y hay otro/a que dice que era algo stubborn (obcecado, terco), que podía discutírsele, pero que resultaba difícil que cediera a otras posiciones. Si lo sabré. Pero quien mejor lo describe aparece como “SPAN3120” y el 6 de noviembre de 2020 escribe: “Realmente se preocupa por sus estudiantes y es muy flexible cuando lo necesitás. Tiene un gran sentido del humor; solo te toma una semana entender sus chistes. También metía muchos recursos adicionales, pero la mayoría eran cuentos cortos o películas, que siempre estaban buenas. En general, la clase puede requerir un poco de esfuerzo, pero es de veras gratificante cuando todo encaja”.

Gótico

“El gótico pone en escena —anotó en los papeles de una conferencia que dio en Italia en diciembre de 2022, en la que se refirió a la novela Trasfondo, de Patricia Ratto— una disyunción en el presente, que arruina el presente y la presencia, y lo transforma en otra cosa, ominosa y desconocida. No el presente, sino la repetición, a veces inaparente, del trauma del pasado.” Analiza, como otras veces, esa “decisión de ignorar” que encontramos en los relatos góticos. En una larga introducción, para hablar de la novela se refiere a la guerra de Malvinas y a lo que esa guerra trajo: la caída de la dictadura y la posibilidad de juzgar a los miembros de las Juntas militares. Anota: “Pero ese acto noble (el juicio a las Juntas) tuvo como condición de posibilidad inevitable el acto más innoble: la necesaria muerte de 600 argentinos (sin contar los suicidios posteriores), el sufrimiento y el trauma duradero de muchos más combatientes y sus familias y, quizás lo peor, la exclusión estructural de esos combatientes de toda narrativa nacional que dé cuenta del verdadero rol de la guerra en la historia nacional. En las sociedades modernas, liberales, pensamos en la justicia como el principio omnicomprensivo a partir del cual se puede concebir lo social, y la historia se formula como una trabajosa búsqueda o adquisición de esa justicia. Pero qué pasaría con la idea de sociedad si la justicia para unos (los desaparecidos) tuviera como condición inescapable la injusticia (no el sacrificio, sino la injusticia ciega y cruel) para otros. Esta paradoja es inasimilable, e inenarrable, salvo, quizás, para cierta variedad del gótico.”

En esa misma conferencia, antes de referirse a Trasfondo, menciona la gran mayoría de los autores argentinos “góticos” contemporáneos, desde Diego MUzzio y Luciano Lamberti a Mariana Enríquez y Samanta Schweblin, de quien, al comentar su novela Distancia de Rescate anota que la leyó en Rosario. Dice: “En un bar hermoso, al lado del Paraná, viendo el amanecer sobre el río. Pero ese paseo (Rosario Norte) y ese bar fueron construidos con la prosperidad que trajo la renta de la soja. Y desde el río, lo que se ve es el imponente espectáculo de barcos enormes, cargados de soja, bajando incesantemente hacia el mar, hacia China. La novela de Schweblin no me estaba hablando del horror que hizo posible mi placentero ocio contemplativo, como hizo posible muchas otras en Argentina. Y yo seguiré yendo a ese bar, a mirar el amanecer sobre el río. Que el capitalismo global, y las consecuencias catastróficas del capitalismo global, no son cosas que ocurran en otro lado, en un melodrama que le ocurre a otra gente, con villanos que ciertamente no somos nosotros. Por el contrario: cada uno de nosotros es una creatura y un minions del capitalismo global y lo seguiremos siendo. El gótico nos trae, por un momento a la conciencia la certidumbre imposible de esa condición horrenda.”

Sentado a esa mesa del bar en Rosario, sobre el Paraná, al que ya no volverá, Juan Pablo contemplaba también esa iglesia vacía del barrio Sironi. La contemplaba tal como la describió en el chiste lovecraftiano que ensayó la última vez que nos vimos. “El gótico, se ha dicho, es un intento de resacralizar el mundo —dijo en una presentación de Mariana Enríquez en Rosario en junio de 2018—, luego de la caída de la visión religiosa como organizadora de lo social. Pero es una resacralización incompleta, donde no hay Dios sino oscuras potencias, rituales, tabús, en un mundo que ha perdido sentido. Como en las narrativas de vampiros: el crucifijo, pero no la oración a Dios; el agua bendita pero no la teología.”

Hace más de dos semanas que no termino de escribir esta “necrológica”, tal vez porque temo concluir en estas oraciones las cosas que Juan Pablo ya no va a decirme. Quiero creer que el libro que estaba escribiendo —El momento gótico en la cultura argentina— haya quedado lo suficientemente avanzado como para aligerar la sed que su obra ha despertado.

Acaso ahora que él no está puedo permitirme un poco de idiotez —para no pensar tal vez— y conjeturar que algo de esa oscuridad que desentrañó en el gótico, ése futuro cercenado por un pasado que vuelve a acarrear el presente, hizo cuerpo en él. Me digo que se dió muerte un día después de que una de esas monstruosidades del gótico asumiera la presidencia de Estados Unidos, como si eso fuese una respuesta a una pregunta que no me cabe hacer.

Boulder

Me envía su esposa Susan Halstead la necrológica publicada en el sitio de la Universidad de Boulder, Colorado, donde también escriben y recuerdan a Juan Pablo los académicos que los conocieron; leemos: “En los últimos años, Dabove se interesó en la literatura gótica. Exploró la relación entre los modos góticos de representación y la crisis del liberalismo en América latina. Al explorar cómo los escritores latinoamericanos han empleado la estética gótica y su papel en la expresión de ansiedades sociales y traumas históricos, la investigación de Dabove arrojó luz sobre el papel del gótico en la articulación de las complejas historias e identidades de América latina. En el momento de su fallecimiento, el profesor Dabove estaba trabajando en un proyecto de libro titulado El momento gótico en la cultura argentina.”

sábado, 11 de enero de 2025

¿por qué se obsesiona la derecha con la poesía épica?

Desde Elon Musk a Jordan Peterson, cierta corriente del conservadurismo ha reclutado la poesía de Homero y Dante para su guerra cultural.

ORLANDO READE* | The Nation**

El hombre más rico del mundo soñaba despierto con la guerra de Troya en septiembre de 2023. “A veces me pregunto si acaso Roma fue fundada por los exiliados de Troya”, escribió Elon Musk en X, la red social que había comprado y rebautizado de inmediato. Sus pensamientos sobre la legendaria guerra, documentada en los dos poemas épicos de Homero, surgieron a raíz de una controversia online sobre la traducción de La Odisea de Emily Wilson. La clasicista británica argumentó que los traductores anteriores habían importado su propio sexismo al poema y habían dejado en las sombras la esclavitud de entonces, así que las cuentas de los derechistas etiquetaron su obra como “Homero progresista” (Woke Homer). Musk se sumó a la refriega y anunció que estaba escuchando La Ilíada en una traducción de los años 50 de E.V. Rieu (un hombre). “El mejor relato de la historia”, dijo el multimillonario. Pero el interés de Musk era más grande que la guerra contra el progresismo. En todo caso, se trataba de algo que fue central durante mucho tiempo en la poesía épica: la fundación de imperios. “En algún momento de la antigüedad”, continuó Musk mientras reflexionaba sobre esos exilios troyanos, “algunos barcos de soldados muy competentes (casi sin mujeres) desembarcaron en la costa de Italia. ¿De dónde vinieron?” Sin darse cuenta, Musk había reinventado la trama de la epopeya de Virgilio, La Eneida, cuyo protagonista navega desde la Troya devastada por la guerra hacia una tierra donde sus descendientes fundarían más tarde Roma. Los historiadores son escépticos sobre si esto tiene una base real, pero fue una propaganda útil para Augusto César, quien se estableció como el primer emperador de Roma mientras Virgilio escribía su poema. Al volver a contar el mito de que la ciudad fue fundada por un gran hombre, La Eneida parecía confirmar que Roma debería ser gobernada por un emperador en lugar de por sus ciudadanos. En los últimos años, las epopeyas han desempeñado un papel similar para la derecha estadounidense.

Juan de la Corte, “El fuego de Troya”, en la colección del Museo del Prado, Madrid.  (Fine Art Images / Heritage Images / Getty Images)
Juan de la Corte, “El fuego de Troya”, en la colección del Museo del Prado, Madrid.  (Fine Art Images / Heritage Images / Getty Images)

Las epopeyas a menudo han apuntalado imperios. Después de la muerte de Virgilio, Augusto César ordenó que se conservara su poema inacabado, en contra de los deseos del poeta. Desde entonces, muchos poetas han reciclado los materiales de Homero y Virgilio para crear nuevas epopeyas escritas y promover sus propias ambiciones sobre las naciones. Y los emperadores posteriores utilizaron epopeyas antiguas para ponerle glamour a sus campañas. Alejandro Magno tenía La Ilíada como libro de cabecera. Napoleón, quejándose de que “los otros habían sido capturados”, llevó la epopeya escocesa pseudomedieval de Ossian en su condenada expedición a Moscú. Las epopeyas no sólo glorifican el presente, también ofrecen visiones grandiosas y terribles del futuro. En 1968, el político británico Enoch Powell citó La Eneida en un famoso discurso en el que profetizaba que la inmigración causaría “ríos de sangre”. Esta capacidad de hablar al futuro convierte al género en una poderosa herramienta política.

Mientras Musk reflexionaba sobre esos “soldados muy competentes (casi sin mujeres)” que viajaban desde Troya a la futura Roma, seguramente estaba pensando en su propia búsqueda para colonizar el espacio. Pero tal vez el multimillonario nacido en Sudáfrica también estaba pensando en su nación adoptiva. Para Musk, que recientemente elogió los “tuits épicos” de Trump y utilizó su plataforma para impulsar la campaña republicana, el género contribuye a una nueva visión política para Estados Unidos. Musk no es el único que lo percibe: otros dos destacados pensadores de derecha han utilizado la poesía épica en sus ataques a la democracia liberal. ¿Qué futuro oscuro les ayuda a articular?

Jordan Peterson escribe sobre epopeyas en cada uno de sus tres libros. En 12 Rules for Life —“12 reglas para la vida”— (2018), el psicólogo canadiense se permite un modesto alarde: “Leí y tal vez entendí gran parte de El paraíso perdido de Milton, Fausto de Goethe y El infierno de Dante”. Peterson a menudo compara su propia indagación para comprender el mal con el acto heroico de descender al inframundo, descrito en cada una de estas obras épicas. Esta grandiosa autoidentificación es parte de su atractivo: Peterson convence a sus lectores de que ellos también pueden ser el héroe. Asimismo, su primer libro, Maps of Meaning (“Mapas de significado”, 1999), explica la psicología de las creencias políticas utilizando dos arquetipos tomados del mito y la literatura: el héroe valiente y el adversario envidioso. El adversario está basado en Satanás, pero como el diablo está en gran parte ausente de las Escrituras, Peterson recurrió en cambio a El paraíso perdido y reclutó a Milton para defender a Occidente de la “ideología asesina” de la política de identidades. Lamentablemente, la comprensión de Peterson de El Paraíso Perdido es un poco escurridiza.

En la epopeya de Milton, Satanás es un ángel que se resiente cuando Dios anuncia que ha designado a su propio Hijo (una especie de Cristo prehumano) como gobernante de los ángeles. La envidia de Satanás se basa en la creencia de que es mejor que cualquier otro ángel. Esto lo lleva a una rebelión desafortunada en la que es derrotado por el heroico Hijo y expulsado del Cielo. Leer El Paraíso Perdido es ver que la creencia de Satanás en su propia superioridad es errónea. Sin embargo, curiosamente, Peterson toma la palabra de Satanás al pie de la letra, refiriéndose a él como “el ángel más alto”. Peterson necesita hacer esto para mantener su psicología dualista, en la que el Héroe y el Adversario son opuestos claros. Curiosamente, esta lectura errónea parece reflejar una importante contradicción en su obra: aunque aconseja a sus lectores que superen el resentimiento y se responsabilicen de sí mismos, sus constantes guiños para iniciados parecen alentar a los jóvenes lectores varones blancos a ver justificados sus resentimientos hacia una sociedad liberal pluralista. 

Peter Thiel tiene una relación más estrecha con la épica que Musk y Peterson. Poco después de graduarse en Stanford, coescribió The Diversity Myth (“El mito de la diversidad”), una polémica universitaria que defiende los clásicos occidentales de los intentos de diversificar el programa de estudios. Incluso después de cofundar PayPal y hacer fortuna, Thiel sobreactuó con sus lecturas ambiciosas un elemento central de su identidad como libertario y CEO. Publica ensayos cuasi académicos que exponen sus posiciones financieras y refuerzan su reputación de visionario. A diferencia de Peterson, Thiel no busca en la literatura ideas psicológicas. En un ensayo, “The Straussian Moment” (“El momento straussiano” —por el pensador político Leo Strauss— 2007), cita al Satán de Milton para argumentar los límites de la cultura terapéutica moderna: “La mente es su propio lugar y en sí misma / Puede hacer del infierno un cielo, del cielo un infierno”. Milton, como señala correctamente Thiel, quiere que el lector sepa que esto no es cierto. No podemos cambiar el mundo solo con el pensamiento, insiste. Debemos actuar.

Esta es la razón del interés de Thiel por la épica, un género que representa las acciones humanas más significativas. En su libro de 2014 Zero to One: Notes on Startups, or How to Build the Future (“De cero a uno: notas sobre las startups o cómo construir el futuro”), Thiel compara a los fundadores de empresas tecnológicas con Rómulo y Remo, los míticos fundadores de Roma. Sin embargo, no es como fundador sino como capitalista de riesgo que ahora espera lograr algo que cambie el mundo. Desde 2005, cuando abandonó PayPal y estableció Founders Fund, Thiel ha respaldado la empresa SpaceX de Musk, así como el Seasteading Institute, que tiene como objetivo establecer comunidades en el mar fuera del derecho internacional. Es un libertario declarado y anhela vivir en un lugar donde el capitalismo no esté controlado por las leyes de la democracia, y nuevamente usa la épica para justificar la idea de que el océano es la mejor vía de escape del infierno de los otros.

En su ensayo de 2015 “Against Edenism” (“Contra el edenismo”), Thiel analiza el Fausto de Goethe. El protagonista de Goethe hace un pacto con el diablo, intercambiando su alma por conocimiento científico. Fausto se convierte en un hombre rico y poderoso y en el favorito del Sacro Emperador Romano Germánico. Lanza un ambicioso proyecto para recuperar tierra del mar, eliminando sin piedad a cualquiera que se interponga en su camino. Thiel, siempre contradictorio, defiende a Fausto: «Es demasiado fácil para nosotros burlarnos del mito de Fausto», declara. Pero ¿quién se burla de él? Sin duda, Thiel se refería en realidad a las personas que se habían burlado del Seasteading Institute (“Instituto del Mar Firme”), su propio intento de recuperar tierra del mar. No sorprende que luego nos pida que veamos con buenos ojos al pobre Fausto:

«Es cierto que parece un poco ridículo olvidarse de la propia alma inmortal y, en cambio, ocuparse, como hace Fausto, del proyecto de recuperar tierra del mar. Pero ¿por qué son estas opciones mutuamente excluyentes? ¿No podemos hacer ambas cosas?»

La obra de Goethe se considera una tragedia, pero termina bien para su protagonista: a pesar de sus fechorías, Fausto recibe la salvación divina. Thiel podría esperar que lo mismo suceda con él: que si logra financiar una invención cuyos beneficios se transmitan al resto de la humanidad, su vida se parezca menos a una tragedia fáustica y más a una epopeya.

Identificarse con los antiguos romanos es algo que no es raro en Silicon Valley. En mayo, en la celebración de su 40 cumpleaños, Mark Zuckerberg lució una camiseta enorme con el lema Carthago delenda est: “Cartago debe ser destruida”. Esta frase, utilizada en Roma para llamar a la guerra contra el enemigo africano de la república, aparentemente era una referencia a la competencia de Facebook con Google. Como sucede tan a menudo con las representaciones de masculinidad de Zuckerberg, parecía involuntariamente paródica. Pero deberíamos tomarnos en serio estas torpes alusiones: algunas empresas tecnológicas se han vuelto tan poderosas como imperios y sus líderes como emperadores, como tantas otras veces antes, en busca de una epopeya para consagrar sus grandes hazañas.

La reciente elección [que llevó a Donald Trump de nuevo a la Casa Blanca] vio nuevas formas de colaboración entre Silicon Valley y la derecha política, dando lugar a una nueva visión épica de la tecnocracia de derecha. Recientemente, la esposa de JD Vance, Usha, fue fotografiada llevando la traducción de La Odisea de Emily Wilson, aunque después de que los medios le preguntaran si se trataba de un mensaje político, ella afirmó que lo estaba leyendo porque su hija estaba interesada en el mito griego. Entre los asociados de su marido (Thiel es el mentor y patrocinador financiero de Vance), el interés en la épica tiene motivaciones políticas más obvias. Festejados en algunos rincones de Internet como “los hombres más inteligentes del mundo”, Musk y Thiel están usando la épica para señalar su grandeza personal y ofrecer una visión de una política gobernada por hombres “muy competentes” —hombres, presumiblemente, bastante parecidos a ellos. No sería una democracia, sino algo más parecido a la Roma imperial de César Augusto. Seguramente, en sus alusiones se esconde la épica derechista: de un período de luchas civiles surge una nueva y brillante nación imperial.

Sin embargo, sus encuentros con la épica resultan estar llenos de extraños errores. En los últimos años, Thiel ha retirado su apoyo al Seasteading Institute, que no ha logrado asentar a ningún humano en el océano ingobernable. Mientras tanto, su empresa de tecnología de vigilancia Palantir Technologies está creciendo en influencia. Su nombre fue tomado de una bola de cristal que todo lo ve creada por los elfos de El Señor de los Anillos, la serie de fantasía épica que Thiel adoraba de niño. Una empresa que ayuda a los estados a espiar a sus ciudadanos es una elección extraña para un libertario declarado, pero el apetito de poder de Thiel probablemente supere cualquier compromiso ideológico. Mientras tanto, Peterson, drogado con una dieta exclusivamente a base de carne, despotrica contra la sociedad liberal en amargas publicaciones en las redes sociales, sonando menos como el Héroe que como el Adversario. En agosto de 2024, ya no siendo el hombre más rico del mundo después de que su adicción a las redes sociales dañara las acciones de Tesla, Musk publicó una foto de una versión en audiolibro de La Odisea, llamándola confusamente La Ilíada. Concebida como una prueba de grandeza, la épica resulta ser un obstáculo para todos ellos.

Los poemas épicos son más complejos de lo que a menudo se les reconoce. Nos cuentan los fracasos de los grandes hombres y las caídas causadas por el orgullo, momentos que no son “épicos” en el sentido coloquial moderno, sino cómicos. Éste es también su significado perdurable para nuestro tiempo. Hacia el final de El Paraíso Perdido, después de provocar la Caída de Adán y Eva, Satanás regresa al Infierno y anuncia a los otros demonios que todos podrán escapar y colonizar un nuevo mundo. En lugar de aplausos, escucha un “silbido universal”. Todos se han convertido en serpientes.


Orlando Reade es profesor asistente de Lengua Inglesa en la Northeastern University London. Es el autor de What in Me Is Dark: The Revolutionary Afterlife of Paradise Lost —“Qué permanece oscuro en mí. La revolucionaria sobrevida de El Paraíso Perdido”.

** Esta traducción no incluye hipervínculos porque no los había en su original en The Nation. Sólo se incluyó el referido a Leo Strauss para aclarar el adjetivo en el título de un ensayo de Thiel.