La promocionaban en el sitio de la AMC como “De los productores
de Breaking Bad”, así que empecé a
mirar Rectify anoche (va
por el tercer episodio de la primera temporada y se emite los lunes desde el 22
de abril pasado). La historia es así: Daniel Holden tenía poco menos de 20 años
cuando fue acusado de violar y asesinar a su novia Hannah, de 16, en el pueblo
donde habían crecido, Paulie, Georgia. Allí vuelve tras haber permanecido 19
años en prisión, el corredor
de la muerte, luego de que lo desvinculara un análisis de ADN sobre una
muestra de semen del caso guardada desde entonces. Su familia, que lo despidió
cuando Daniel estaba todavía en la secundaria, se encuentra con un hombre
extraño, silencioso, que estuvo más tiempo encerrado de lo que vivió afuera.
Las primeras escenas son, sencillamente, magistrales: Daniel
(un impresionante Aden Young)
recién salido de la cárcel, viaja hacia el pueblo natal en el auto junto con su
hermana Amantha (Abigail
Spncer). Las imágenes apenas se recuestan en ese paisaje rural que
atraviesa una carretera delgada, próxima. Él dice que tiene sueño, y que
preferiría dormir. Y eso hace. Esa escena es una clave: enfrentado a la
variedad y la vastedad del mundo, nuestro héroe decide dormir.
He pensado sobre esta serie, la primera que desarrolla el
Sundance Channel, según leemos en Wikipedia,
como en la serie de “la escritura”. Es decir, Daniel debe escribir una vida que
pasó dormido; pero también su hermana, su madre: eso que la familia es en tanto
organización de lo familiar y próximo fue teñido por una capa de extrañeza que
trastorna el mundo. Todo, dentro de la historia, dibuja el universo familiar:
el pueblo chico, la casa y el negocio de los Holden; y es la presencia de
Daniel la que viene a desdibujarlo.
La serie de la escritura porque, además de desentrañar la
intriga primera –quién mató a Hannah–, el misterio mayor –como ya lo hemos
visto en otras grandes series– gira en torno a esa ausencia que Daniel trae con
su misma presencia. Daniel es siempre, en cada escena, el que duerme, el que va
a despertar, y en esa inminencia del despertar se desarrolla de algún modo la
escritura. No porque haya algo soñador, estúpidamente relajado en el acto de
escribir; sino porque para escribir (recordemos a Marguerite Duras) hay que
construir una soledad, ausentarse como se duerme, no necesariamente como se sueña.
Daniel regresa a su casa familiar, a su pueblo natal como ausente porque al
irse era aún quien iba a ser y, de vuelta, es quien ya no es. Dormir esa esa
transición de una ausencia a otra.
Last but not least, la escribe, dirige y produce
Ray McKinnon, a quien vimos encarnar a Lincoln Potter en
la cuarta temporada de Sons of Anarchy.N.B.: Es decir, la trama de Rectify es en gran parte su escritura; trata acerca de cómo se escribe una historia. No muerto, Daniel es un ausente de su historia. Como espectadores, vemos desarrollarse la primera trama en la que un zombie debe escribir quién es. También, debido a un artilugio doméstico (alguien dejó el mundo a principios de los 90 y retorna en 2013), es una historia que de alguna manera podría ser un viaje en el tiempo. Pero en lugar del pasado, que es lo que siempre suele estar presente en ese tipo de relatos, acá importa el futuro. Precisamente porque se escribe para un futuro, como en El archivo de Egipto.
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