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sábado, 9 de abril de 2016

la droga del capitalismo

Esta semana Ozy largó una edición especial sobre drogas. Esta fue una de las notas que más disfrutamos, firmada por Libby Coleman:

En noviembre de 1953, diez científicos, algunos de la CIA, se reunieron en una cabaña en Maryland para su conferencia e intercambio de mitad de año. El segundo día apareció una botella de Cointreau –había sido enriquecida con LSD. Luego de que estuviera vacía, Sidney Gottlieb, director de programas de la CIA, informó a sus colegas que estaban allí para un paseo salvaje. 
A pesar de que todos los hombres parecían soportar bien sus respectivos “viajes”, las cosas estaban a punto de tomar un giro para peor. Gottlieb, según un informe de 1976, no se dio cuenta de nada extraño a propósito de su colega, el científico Frank Olson, antes de que ingiriera su dosis. Esa noche había estado muy hablador y bullicioso, todo estaba bien. Sin embargo, el día siguiente Olson parecía muy agitado y, a continuación, deprimido; ese mismo mes lo mató una caída de 10 pisos de un hotel en Washington.
Gottlieb era la cabeza de un programa ultrasensible de la CIA llamado MKUltra, encargado del desarrollo del comportamiento y el control mental que comenzó en 1953 y duró hasta mediados de la década de 1960. Sí, suena loco, pero ese era el furor: Estados Unidos estaba en medio de la Guerra Fría y acababa de salir de la Segunda Guerra Mundial, que había despertado un "interés general en la propaganda" y la "manipulación psicológica", según H.P. Albarelli Jr., autor de “A Terrible Mistake: The Murder of Frank Olson and the CIA’s Secret Cold War Experiments” (“Un error terrible: el asesinato de Frank Olson y experimentos secretos de la CIA en la Guerra Fría”). Los directores del proyecto estaban intrigados con la idea de drogar a los líderes mundiales y hacerlos quedara en ridículo en público mediante la dosificación de sustancias en poblaciones enteras a través del suministro de agua, lo mismo que la manipulación de los sospechosos durante los interrogatorios. En lugar de una guerra contra las drogas, era una guerra con las drogas.


Pero esa idea revolucionaria necesitaba probarse, y la CIA quería acostumbrar a sus propios agentes a los efectos de la droga. Bajo el paraguas de MKUltra, el LSD –inventado en 1938 por el químico Albert Hofmann– se probó en operativos de la CIA y civiles involuntarios. En 2006, un hombre llamado Wayne Ritchie armó un caso en el que reclamaba que en 1957 había intentado robar un bar debido a los efectos de una prueba de LSD en una fiesta de Navidad de la oficina. Desafortunadamente parea Ritchie y otros, el vínculo entre esas dosis y consecuencias terribles había sido muy difícil de demostrar.
El programa comenzó con lentitud, al principio con un selecto número de agentes que se auto administraban LSD, se volaban durante horas y tomaban nota. Entonces, bien al tanto de sus efectos, acordaban dosificarse unos a otros de manera inesperada, en cualquier momento y lugar. Luego de que un agente era drogado se tomaba el resto del día libre. Más tarde comenzaron a drogar a otros en la CIA, a aquellos que nunca habían probado un alucinógeno. “Los ‘viajes’ de ácido por sorpresa se convirtieron en un riesgo laboral entre los operativos de la CIA”, escribió Martin Lee en Acid Dreams, a history of LSD and the CIA (Sueños de ácido. Una historia del LSD y la CIA). Por supuesto, no todos lo aprobaban, en especial cuando circulaba el rumor de que una fiesta sería la escena de una dosificación masiva. Un memorándum de diciembre de 1954 recomendaba no “enriquecer” los contenedores de punch en las fiestas de oficina, al punto de que uno de los empleados se llevó su propio vino –que mantuvo bajo su cuidado– a su lugar de trabajo debido al riesgo de que lo dosificaran con droga , según lo relata John Marks en The Search for the ‘Manchurian Candidate’”.
Pero para algunos, los riesgos eran peores de lo que adelantaban los memorándums. En uno de los incidentes, un agente corrió a la calle después de recibir una dosis inesperada. "Cada vez que pasaba un coche, se tiraba al piso protegiéndose contra los autos estacionados, terriblemente asustado," explicó un colega. Cada coche parecía ser un monstruo que quería matarlo. En la década de 1960, las actividades de la CIA habían llegado lejos –financiaba laboratorios que investigaban el LSD y operaba en casas seguras de Nueva York y California, donde los hombres de negocios eran atraídos con el cebo de las prostitutas y luego drogados con drogas psicodélicas. Cuando el inspector general de la CIA vio esto, dio cuenta del proyecto. "Los conceptos involucrados en la manipulación de la conducta humana fueron hallados por muchas personas como desagradables y poco éticos", escribió. Tuvo poco éxito, sin embargo: el programa todavía se consideraba esencial para mantenerse a tono con la Unión Soviética. Un par de años más tarde, el programa se ralentizó y luego se cerró, con un memorándum de 1975 en el que se leía que, según estimaciones, el proyecto MKUltra había terminado en 1966 o 1967.
En 1977, el Congreso de EEUU llevó a cabo una audiencia para asegurarse de que ya no quedaban programas similares en funcionamiento. El senador Edward Kennedy indagó al director administrativo de la CIA, Stansfield Turner, exigiéndole que tales experimentos, de la mayor peligrosidad, no se realizaran de nuevo. "No estoy aquí para juzgar a mis predecesores", dijo Turner, "pero les puedo asegurar que esto está totalmente fuera de los límites de lo que considero las actividades que nuestras agencias de inteligencia deben llevar a cabo."
Más allá del daño psicológico, muchos arguyeron que las pruebas de drogas de la CIA prepararon el camino para la contracultura, que proporcionaron inspiración para los Grateful Dead y Ken Kesey, entre muchos otros. Como escribió Thomas Powers en la introducción a The Search for the ‘Manchurian Candidate’, "la CIA probablemente jugó un papel tan importante en el desarrollo y estudio de las drogas psicoactivas como el de la Agencia Nacional de Seguridad con el desciframiento de códigos secretos en el desarrollo de las computadoras". Quienes estaban a cargo de dosificar a civiles involuntarios, al fin y al cabo, no tenían ni idea de a cuántas personas alcanzarían con sus experimentos.

Un representante de la CIA fue nuestra referencia con respecto al extenso registro público en la materia y no hizo comentarios sobre los hechos que aquí se presentan.

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