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lunes, 4 de junio de 2012

la serie del futuro ahora



Continuum es una serie canadiense de ciencia ficción, comenzó a emitirse en el canal Showcase el domingo 27 de mayo pasado y su creador es un cuarentón inglés, Simon Barry, que tiene entre las cimas de su trabajo el guión de aquél film en el que actuaba Wesley Snipes, El arte de la guerra (2000). La podemos ver, claro, pero no en televisión.
La trama es algo así como un Terminator al revés: una detective del año 2077 queda atrapada en el presente y debe cazar a unos terroristas del futuro que quieren modificar el tiempo porque el porvenir está gobernado por las corporaciones y así. En el presente, la detective (que encarna la actriz y modelo Rachel Nichols, con varias batallas en películas y series de ciencia ficción y fantásticas, como la última y triste versión de Conan el bárbaro) cuenta con un aliado, el hacker Alec Sadler, con quien a su vez mantiene –al menos en el primer episodio– una relación virtual, como si lo conociera por chat, digamos, sólo que la cosa funciona a través de algo que Kiera Cameron (así se llama el personaje, y el Cameron, en una serie que “cita” a Terminator, no es casual) tiene en la cabeza: como que tiene una suerte de computadora en algún lugar del cerebro que le permite usar los ojos como cámaras inteligentes y hablar con Sadler sin cables ni micrófonos. Y encima, claro, es un bombón y anda en el subte con un traje súper ajustado que repele las balas y atrae todas las miradas.
Ahí hay un dato: demasiados bombones para ser muy buena. Es cierto, la ciencia ficción debe captar esa libido “flotante” de los nerds que están todo el tiempo pegados a la pantalla, pero series como Lost o Fringe demostraron que ese sutil llamado a Onán no se va a enfriar si en el elenco hay algunas excepciones, que además suelen ser buenos actores y le dan una inquietante atmósfera al relato. En fin.  
Por ahora hay mucho tiro por elevación: alusiones, como decíamos, al contacto no analógico, al chat, a las técnicas de vigilancia y rastreo de las nuevas tecnologías, el poder de corporaciones informáticas como Microsoft, citas textuales a películas (los que llegan del futuro “caen” al presente en una suerte de burbuja que destruye una carretera, sólo que Nichols no está desnuda, porque hay que dejar aquella libido flotante y no permitir que se derrame, y así).






El centro dramático de la trama es la relación de la esbelta Kiara con el joven Alec (Eric Knudsen, coprotagonista de Scott Pilgrim vs. el mundo, primer film rodado con la lógica y la estética del videojuego): porque ella sabe quién será este hábil programador en el futuro y él… bueno, él mira lo que pasa a través de los ojos de Kiara, que se detiene frente a un espejo apenas vestida con una malla que hace de ropa interior.    
Como suele suceder en este tipo de series, en las que alguien llega de otro tiempo y debe confrontar el presente, algunas situaciones resultan infantiles (en el peor sentido del término: un acto adulto que pierde “estatura”). Eso incluso pasa en la serie inglesa Torchwood, precuela de Dr. Who, una tira que también abunda en viajes temporales y cuya puesta en escena entre psicodélica e irónica la salvó siempre de este tipo de ridiculeces.
La prensa especializada (léase por ejemplo el Hollywood Reporter, que es el tipo de pasquín influyente en las audiencias) apenas si reseñó que Rachel Nichols se exhibiría en un nuevo programa de tevé canadiense, o que Jon Cassar (director de las series 24 o The Kennedys) estaría a cargo de la dirección. De lo que deducimos que no hay en este caso expectativas de sucesión de otras series, como pudieron ser Caprica con respecto al éxito de Battlestar Gallactica, o Flashforward e incluso la recién cancelada Alcatraz con respecto a Lost. Acaso sea mejor así.
Por último, con apariciones raleadas por su pertenencia al futuro, Continuum nos reencuentra con el actor canadiense William B. Davis, el queridísimo e intrigante “Hombre que fuma” de Los expedientes secretos X, que aquí (es decir, en la nueva serie) ya no fuma y está, como nos lo presentó la clásica tira de ciencia ficción de los 90, siempre un paso más allá, cerca de la oscuridad. 

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