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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

lunes, 26 de mayo de 2014

el rito más primitivo



 Fotografías de Nano Pruzzo

Además de un recital impresionante y maravilloso, la presentación de Barcos segundo disco solista del percusionista Carlo Seminara –el sábado pasado en el teatro Príncipe de Asturias del CC Parque de España– fue un espectáculo notable o, mejor, un ritual poderoso e hipnótico. En un momento, en el escenario, eran sólo golpes de tambor, de cajas y parches, y la voz enloquecida, posesa de Julián Venegas que respiraba ritmo con su canto.
Barcos es ya un disco increíble, con los ritmos más negros que llegaron al continente americano –precisamente, en barcos que traían esclavos, inmigrantes y fugitivos. Pero el recital fue algo intransferible. Desde la escena con cuatro cajones peruanos a las llamadas y respuestas de los percusionistas en el escenario, un despliegue de latidos tribales y, a la vez, una exploración en las melodías familiares de la chacarera y la cumbia venezolana. Con músicos notables (el mismo Venegas, Marcelo Stenta, Julio Escudero –Río Cuarto– en marimba o Ramiro Gonzalo –La Plata– en berimbau) además de los de La Barricada del Ritmo, banda que acompaña a Seminara y de la que podría decirse que halló una alquimia y transita un camino similar al que en su momento inaugurara Jaime Roos cuando unió la canción beatle a la murga. Cierto, Seminara no va por el camino de la canción, al contrario, sus fuentes abrevan tanto en temas folclóricos de Peteco Carabajal como en obras de Joe Zawinul: con Venegas practicó algo así como una contrachacarera, a contrapunto, en alguna medida desaforada, en la que podía escucharse desde la cadencia vernácula hasta la raíz folclórica negra, como en la milonga. 
Seminara –y me permito subrayar la compañía de Venegas– vendría a hacer así el camino inverso al de la canción, pero para conjurar su voz o, mejor, su canto. Porque en un territorio en el que el folclore y los ritmos nativos se practican como un asunto académico y de seminario, lo que el enorme trabajo de Seminara viene a devolver es esa matriz tribal, viene a devolver el rito más primitivo del golpe y la ronquera, el milagro de la música y la alegría, que está hecha del recuerdo del espanto.

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