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domingo, 1 de mayo de 2011

carlos correas, para leer a sabato

Busqué en mi archivo y no encontré el texto digitalizado de esta cita de Carlos Correas que, para mí, resume de algún modo al público lector de Ernesto Sabato y, sobre todo, al público —lector o no— que despide en su muerte una suma de valores intelectuales y civiles. Esta noche estuve en la inauguración de la muestra Underdance, de Luis Vignoli, en la Biblioteca Popular Alfonsina Storni, donde la muerte de Sabato era ocasión para escoger algunos libros viejos y llevárselos, en homenaje al difunto. Un amigo halló un libro de Ulyses Petit de Murat (dichoso él) que tal vez en unos años tenga más valor que cualquiera de los de Sabato. Pero, pensaba: qué tranquilidad que debe provocar la idea —y esto sin desmerecer el gesto en la Biblioteca, que me parece saludable y ameno— de que Sabato es algo a lo que homenajear y leer, como si en él —en eso que él representa hasta ahora— se cumpliera una suerte de deseo cuantificable y esperable. Sábato cumple, Sabato es un cumplido.
Entonces busco en la biblioteca —la mía— para dar con el libro de Correas (Ensayos de tolerancia, ediciones Colihue, colección Puñaladas [dirigida por Horacio González], Buenos Aires, 1996) y con esta cita que, me digo, resume a un público acaso no-lector porque elige no-leer lo que Sabato ha escrito. Un público no inocente.
Dice Correas:
«"Reformismo", esto es, enaltecer las instituciones republicanas y no destruirlas, sino depurarlas. Una pequeña y mediana burguesía que es progresista y racionalista: confía en las virtudes del diálogo, hace del trabajo un honor y pone el orgullo en las reivindicaciones profesionales. Muchos son universitarios que anhelan "funcionar honestamente en el mercado cultural". Pequeños y medianos burgueses que creen y quieren creer en el compañerismo entre amigos y en el compañerismo conyugal, y bregan por la "solidaridad social" y por la vida consensuada. Están contra los excesos, "vengan de donde vinieren", y sean voluntaristas o intelectualistas, y contra los extremos, "sean los que fueren" (la drogadicción, los suicidios y otras demencias; la guerrilla y/o el terrorimso "que siembran la muerte, el caos, el resentimiento, el terror y el odio en la sociedad argentina"). No tienen sentido del Mal [subrayado nuestro], y cantan a la salubridad en ética y en economía y al aseguramiento "transparente" en la custodia de la propiedad privada y del orden jurídico. Este canon y este pensamiento, blandos y amorfos, enmudecieron en las épocas criminales y cuando recuperaron el habla su decir nos ha resultado torcido e inútil».    

Massotta, Correas y Sebrelli a fines de los 50.

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