Si se tratara de una película, podría comenzar en un
supermercado chino o, mejor, en un restaurante de Pichincha, donde la dueña
come con palitos en una mesa y, a medida que el plano va ampliándose, se ven a
los rosarinos recogiendo chop suey del plato con tenedor. La comida chino, me
dijo una vez el dueño de un restaurante porteño, ya es internacional. La
escena, en el guión, señala dos cosas: el detalle íntimo de cierta cosa china y
su expansión.
Pero acaso esta película ya tiene un principio. Lo filmó el
departamento publicitario de la aerolínea
Turkish Airlines el año pasado. Comienza con las imágenes de inmigrantes
chinos en un barco y leemos: “En 1954 y con apenas 17 años, una valija de cuero
y un traje nuevo, Ng Ping-Yip se embarcó en Hong Kong hacia una aventura al
otro lado del mundo. En Buenos Aires fue recibido en el Hotel de Inmigrantes
(…) Junto a 29 compatriotas se instaló en San Nicolás para trabajar en una
fábrica textil, donde aprendió toda una nueva cultura (…). Hoy su hijo Gustavo
continúa el legado de su padre acortando las distancias entre oriente y
occidente, uniendo dos mundos”.
Salto en el tiempo: vemos a Gustavo Ng (sí, se escribe así:
es una convención para hacer sonoro en español 伍 en 伍志伟: Ng Zhi Wei, el nombre en chino) en Taishan, en la provincia de Guangdong. Está en la
pequeña aldea donde creció su padre, un caserío rodeado por un arrozal que en
abril tiene un verde luminoso. Llega hasta ahí en el asiento del acompañante de
un motociclista que acaso tenga algún parentesco. Toda la aldea participa de un
gran almuerzo que Ng Ping-Yip pagó desde Nueva York para celebrar el
reencuentro con el hijo pródigo; bueno, con el sobrino pródigo.
Pongamos ahora un dato de
actualidad: este año se conmemoran 45 años de las relaciones entre China y
Argentina. “Argentina fue uno de los primeros países de América Latina en
aproximarse a China en 1972 después de que se restablecieran en la Organización
de las Naciones Unidas los derechos del país asiático y el reconocimiento de sus
representantes diplomáticos”.
Los intercambios formales comenzaron en febrero de 2017. Mauricio Macri, que se encontró en dos ocasiones con su par chino desde que asumiera su cago en diciembre de 2015, visitará China este mes de mayo.
Pero hace unos días, la televisión pública china filmó un
documental para difundir los alcances de esa relación. Una de las escenas de
esa pieza es el reencuentro de Gustavo Ng con su parentela en Taishan. “Los
quinquenios son importantes para los chinos, que marcan con énfasis el paso del
tiempo”, me escribe Gustavo por WhatsApp desde Beijing, a donde volvió de ese
festejo.
Y cuando le pregunto por la filmación de ese documental
agrega: “Entendieron que lo más televisivo de la historia era mi llegada a la
aldea donde nació mi padre y la casa de su infancia, y algunas personas
relacionadas con aquel origen. Aprovecharon que yo estaba en Beijing y me
prepusieron volver a Taishan. Esto, a su vez, se transformó en un
acontecimiento en aquel pequeño pueblo, casi abandonado, con menos de 200
personas, porque la gran mayoría se fue a Estados Unidos o Canadá, o a
Guangzhu cuando comenzó la súper industrialización de China. No es frecuente
que la televisión nacional de China esté presente allí. Mi padre, que vive en
Estados Unidos, vivió el acontecimiento como un homenaje y sintió que yo era su
enviado, de modo que mandó reunir a todo el pueblo en un almuerzo general. Esto
a su vez le gustó mucho al director del documental, así que todos contentos.”
Relaciones evaluadas
—¿Cómo es esto de la conmemoración de los 45 años de
relaciones con Argentina, cómo se registra en China?
—Las relaciones con Argentina parecen responder a
intenciones diferentes en este momento. China tiene planes a mediano y largo
plazo para los países latinoamericanos, gran parte de sus aspectos acordados y
algunos concretados con los gobiernos argentinos entre 2004 y 2015. Desde el
lado argentino, la relación parece estar en un estado algo suspendido, quizás
en estado evaluatorio. Lo cierto es que hubo un parate en el ritmo que se
traía. Esto influye en los festejos. China llevó orquestas y exhibiciones de
arte de modo casi protocolar. El presidente Macri viaja en mayo a China.
Ninguna de las actividades parecen hasta ahora estar revestidas del entusiasmo
especial que marca el quinquenio.
—¿Y cómo es la relación de China con sus emigrados?
—China enfatiza la relación entre los emigrados y su
pertenencia. Al principio del período de Reforma y Apertura, a fines de los 80,
invitó a que los emigrados volvieran a casa, con sus capacidades adquiridas y
sus capitales. Con el tiempo, entendió la conveniencia de que los chinos que
viven en otros países sean representantes comerciales de China. Es un tema de
Estado. Hay organismos que se ocupan de los llamados “chinos de ultramar” a
nivel nacional y en las provincias que más alimentaron la migración.
—¿Cómo se enmarca este viaje tuyo? ¿Qué es lo que la
televisión china va a mostrar con esa reunión en Taishan con tus parientes?
—Hace seis años inicié el proyecto de comunicación Dang
Dai para aportar a la conexión entre Argentina y China. Integra una
revista impresa, un sitio web y otros medios. Desde entonces también escribí “Todo
lo que necesitás saber sobre China” con mi socio en Dang Dai, Néstor Restivo, Horóscopo Chino, el Año del Gallo e Fuego,
con una mirada desde la cultura china, y Mariposa
de Otoño, que reúne relatos autobiográficos sobre mi encuentro con China. El
canal oficial CCTV está preparando un documental en español sobre las
relaciones entre Argentina y China, para pasarlo en los días de la llegada del
presidente argentino a Beijing, en mayo. Posiblemente responda a procedimientos
protocolares y al vector de amistad internacionalista, alimentado por el
socialismo y fundamentado en la dicha que les causa a los chinos las relaciones
de amistad. Será un documental de color, con la historia de dos argentinos que
barrieron un restaurante en Shanghai, una bailarina china que ganó el
campeonato mundial de tango y con mi historia. Les resulta fuerte la historia
del hijo de un chino que, perdido en el punto del planeta más alejado, sin
idioma porque el padre no se lo enseñó, haya seguido sangre arriba el camino
hasta su origen.
Jolgorio
Nacido en San Nicolás en 1963, Gustavo Ng vive en Buenos Aires y residió en Miami y Nueva York, Estados Unidos; en Río de Janeiro, Brasil y en Bariloche, Río Negro. Este es su tercer viaje a China: en todos creó un grupo de WhatsApp –el servicio de mensajería preferido en China es WeChat, no funciona ni Google ni Facebook, salvo que se ingrese con un IP encubierto a través de VPN– en el que reúne a amigos y personas vinculadas a su formación en el idioma y la cultura china. Por allí comparte audios, videos y fotos, como las de la reunión en Taishan o sus paseos por Turquía antes de volver a Argentina.
Como vemos en las fotos el jolgorio del encuentro en la
aldea donde conoció la infancia su padre, le preguntamos cuánto se parecen los
chinos a nosotros cuando se reúnen a comer y celebrar, ya que entre otras cosas
el festejo incluye petardos y ganso en honor de los muertos.
“Se homenajea a los antepasados encendiendo
incienso, quemando dinero (que es falso) y con una bebida alcohólica y comida:
frutas, pollo, cerdo, ganso. Luego del ritual las personas presentes comen la
comida ofrendada. En la fiesta que se organizó para mi regreso hubo de esas
comidas para los rituales específicos en que honré a todos los antepasados que
vivieron en la casa, y también de alguna manera el almuerzo popular estaba
hecho de comida de homenaje. Como en otras ocasiones, se hacen explotar cohetes
para ahuyentar a los malos espíritus. Las reuniones son tumultuosas, felices y
asumidas con voracidad. La alegría de estar juntos y de comer. Toda ocasión es
buena para festejar con una comida desmesurada. En las reuniones del pueblo la
gente habla fuerte, se ríe mucho y come con ganas, sin formalidades. Quién
organice, sea agasajado o notable, propondrá varios brindis en su mesa e irá
haciendo lo mismo mesa por mesa. En todas dirá “ganbei”, proponiendo hacer
fondo blanco. Son reuniones de gran intensidad y sin sobremesa. Cuando se
termina de comer, se dice “vamos” y eso marca el fin. Todos se levantan y se
van.”
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