La serie Drácula,
que se puede ver por Universal los lunes a las 22 (empezó el 18 de noviembre
último en Argentina y 4 semanas antes en la NBC, su canal de origen), es un rezago
de los fuegos de artificio del mes de octubre en el continente del norte, donde
el festejo de Halloween, como lo muestra una película infantil que el canal de
Disney ha sobredosificado, sirve para que nadie crea en nada del otro mundo.
Protagonizada por el irlandés Jonathan Rhys Meyers
(si va a ponerse ese nombre por lo menos debería moderarse con la bebida),
quien viene de interpretar en la serie Los Tudor al muy
casquivano Enrique
VIII (recordemos: el rey inglés de las seis esposas del disco
de Rick Wakeman), seguirá saltando de alcoba en alcoba, esta vez ayudado
por los poderes del más allá, en la Londres victoriana de 1896.
Lejanamente basada en la adaptación que
hiciera Francis Ford Coppola en 1992 de la novela de Bram Stoker, que
introducía el punto de vista y la voz del vampiro –que en el relato original,
hecho de cartas entre los protagonistas, no estaba–, la serie reconfigura a los
personajes, así, Mina está enamorada de un periodista y Van Helsing es en
realidad un aliado de Drácula, quien aquí interpreta a un empresario
estadounidense que llega para desafiar a la clase alta británica con su
proyecto de difundir la electricidad –es decir, la energía– tal como suele
entenderse que lo planteaba Nikola
Tesla: de forma libre, sin cables, accesible a cualquiera.
El plan de Drácula al arribar a Londres y encarnar a un americano emprendedor es destruir a la Orden del Dragón, enquistada en las altas esferas del poder y, sobre todo –y aquí está el tema de la serie–, en el poder del imperio que era Gran Bretaña entonces. Hay una conversación incluso entre Alexander Grayson –como se hace llamar Drácula en Londres– y un alto miembro de la aristocracia en la que le dice que su propuesta energética echará por tierra la apuesta que las compañías británicas están haciendo con el petróleo. El desaire que recibe nuestro héroe-vampiro es motivo de una carnicería, pero luego se recompone y vuelve a intentar su plan según los métodos del lobby mediático y la libre empresa. Como señala un artículo en el diario inglés The Independent, también nos preguntamos: ¿no era que Drácula venía para arreglar cuentas con estos desalmados imperialistas mediante un baño de sangre?
Bueno, parece que no, o no del todo. La Orden del Dragón es
real y tuvo a Vlad Tepper –el personaje histórico en el que se basó la novela
de Stoker– entre sus miembros. Que la Orden haya sobrevivido hasta la época
victoriana ya es una fantasía, pero sirve a los guionistas de excusa, porque
Drácula llega a Londres para vengarse de sus miembros, a quienes atribuye la
destrucción de su familia en el lejano siglo XV.
Lo que algunos críticos
en general han celebrado es la presencia de Daniel Knauf como cabeza
del equipo de escritores. Knauf, quien suele usar los seudónimos Wilfred
Schmidt y Chris Neal es un guionista de cine, televisión e historietas
norteamericano conocido por realizar en 2003 y para HBO la sobrevaluada serie Carnivàle.
A diferencia de otras actualizaciones de la ficción sobre el
vampiro (el primer muerto viviente en ganar popularidad dentro del relato
fantástico), como True Blood,
en la que los vampiros han decidido salir de sus armarios milenarios e
integrarse socialmente (pagar los impuestos, reclamar por sus derechos,
postularse para cargos parlamentarios), como en X-Men, Drácula expele
crítica política, aunque en envase de historieta. Si la gran metáfora del Drácula de Coppola fue el cine (imágenes
de gente que podría estar muerta y vienen a contarnos una historia de
salvación), la de esta versión parece ser el imperio o, mejor, ese momento en
la historia del imperio en la que una aristocracia decadente e hipócrita (la
victoriana) está a punto de ver cómo se lo arrebatan. Los resultados, para la
mayoría de los mortales, no fueron muy diferentes: su destino varía entre el de
carne de cañón y el de comida para chupasangres.
La NBC hizo cinco webisodes
bajo el título “Dracula Rising” que explican los orígenes del vampiro y la
relación con Van Helsing, pero como era de esperar, no están disponibles desde
Argentina. Una razón más para volver a nuestro sitio
preferido a la hora de buscar series.
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