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jueves, 8 de marzo de 2018

todo el dinero es robado

para La Capital

a Ricardo Mazalán

La frase es de una película argentina y es, acaso, una de las mejores del cine nacional de las últimas décadas. Julio Chávez le extiende un bolso con el botín de un atraco al marido de su ex esposa. El hombre no lo quiere aceptar, le dice que no, que es robado, y Chávez, que interpreta al Oso en Un oso rojo (2002, Israel Adrián Caetano), le espeta: “Todo el dinero es robado”. Eso, más o menos, es lo que viene a contarnos La casa de papel, la serie española que emitió entre mayo y noviembre del año pasado la muy liberal Cadena 3 en la península ibérica, donde tuvo un moderado éxito, y hoy es la serie más vista de Netflix, que subió su primera temporada el 25 de diciembre último.

Los números importan. Un tuit de TV Time ubica a La casa de papel primera en el BingeReport (el reporte de maratones) por quinta semana consecutiva, por encima de Friends o Black Mirror. De cada cien episodios vistos en Netflix entre el 19 y el 25 de febrero, 4,05 correspondieron aLa casa de papel con un promedio de 5,11 episodios de la serie que se devoró cada usuario. Cifras semejantes sólo le caben a tanques como TheWalkingDead(que volvió a pasear muertos esta semana).

Una de las tramas con la que La casa de papel nos mantiene en vilo es la de un atraco magistral a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de Madrid. Los ladrones llevan unas máscaras de Salvador Dalí, unos mamelucos rojos (el disfraz se impuso en España en los carnavales) y usan nombres de ciudades: Tokio, Nairobi, Berlín, Denver, Oslo, Moscú, entre otras, salvo el Profesor, que ha planificado el robo y los guía desde el exterior.
La otra trama es la de las relaciones entre los mismos atracadores, la del Profesor y una policía que negocia la entrega de los asaltantes, la de los rehenes con sus secuestradores y así. Y hay una tercera trama que se desliza en los diálogos y en la repetición de la canción popular “Bella Ciao”, el himno de guerra partisano durante la lucha contra el fascismo en la Segunda Guerra (ya hay una versión cumbia hecha en Santa Fe y difundida por DJ Pirata): el origen y el destino del dinero. El mismo Profesor, que ha seleccionado a los miembros de la banda –cada uno de ellos “no tiene nada que perder”– lo explica en uno de los últimos episodios: “En el año 2011, el Banco Central Europeo creó de la nada 171.000 millones de euros… de la nada. Igual que estamos haciendo nosotros. Sólo que a lo grande. 185.000 en el 2012, 145.000 en el 2013 ¿y sabes a dónde fue a parar todo ese dinero? A los bancos. Directamente de la fábrica a los más ricos. ¿Dijo alguien que el Banco Central Europeo fuera un ladrón? No. Inyección de liquidez, lo llamaron. Y lo sacaron de la nada. ¡De la nada! Esto no es nada (mientras habla rompe un billete que agarró de su billetera). Es papel. Estoy haciendo una inyección de liquidez. Pero no a la banca. La estoy haciendo aquí, en la economía real de este grupo de desgraciados que somos. Para escapar de todo esto.” Los datos parecen confirmarse en la prensa económica europea de hace siete años, aunque los montos difieren de los citados por el Profesor.
La casa de papel viene a contarnos, de algún modo, ese descontento que genera el dinero que se fuga y circula por ligas que sólo vemos en pantallas. Viene a poner en escena un acto de justicia: un puñado de personas que tomaron malas decisiones en sus vidas van a redimirse, van a reescribir su historia imprimiendo billetes de euros que son su pasaje a la verdadera vida, esa que siempre está en otra parte. El Profesor da estrictas instrucciones para que ningún rehén, ningún policía salga herido ni resulte muerto en el asalto: deben ganarse la simpatía de la opinión pública, les dice; porque si bien el dinero es importante (miles de millones que los ladrones fabricarán durante once días), más importante es el mensaje de ese robo: no le quitaron el dinero a nadie y enseñaron lo que ya nos había dicho el Oso, que todo el dinero es robado.


Comparaciones

El tipo de atraco de La Casa de Papel –planificado, sin víctimas y capaz de generar simpatías– de inmediato disparó comparaciones con robos reales. Entre ellos el robo al Tesoro Regional de Rosario, previo a la Navidad de 1992: sin usar siquiera armas de fuego ni amenazas, un equipo de ladrones falsificaron documentos, pincharon teléfonos y, haciéndose pasar por funcionarios del Banco Central retiraron del Tesoro Regional de la ciudad el equivalente a 13 millones de dólares en billetes de 500 mil australes que, de acuerdo al Plan de Convertibilidad anunciado por Domingo Cavallo el año anterior, iban a ser reconvertidos a pesos. El año pasado el realizador santafesino Hugo Grosso, ex bancario, estrenó en la TV Pública una miniserie de 13 episodios que rodó en Rosario –la protagonizaron, entre otros, Luis Machín y Emilia Mazer– basada en ese robo magistral.
Mayores semejanzas, sin embargo, tuvo el Robo del Siglo al banco Río de Acassuso, Buenos Aires, el 13 de enero de 2006, en el que los asaltantes usaron armas de juguete y mantuvieron a la policía ocupada durante horas en el exterior del banco mientras los ladrones huían en gomones tras escapar por los desagües. Luis Mario Vittete Sellanes, quien craneó el robo y hoy reside en Uruguay, contó que incluso llegaron a cantarle el feliz cumpleaños a uno de los rehenes.

Mensaje de fe

En una intervención radial de 2012, en la que razona sobre el futuro, el filósofo italiano Giorgio Agamben dice que no se puede pensar en el futuro sin recurrir a un término del orden religioso: la “fe”, que en griego es “pistis” y aún se usa como “pistéos”. “Trapeza tés Pistéos” es ni más ni menos “Banco de Crédito”. Dice Agamben: “La fe es lo que da realidad a lo que aún no existe, pero en lo que creemos y tenemos fe, porque en ella ponemos en juego nuestro crédito”. Y también: “La llamada ‘crisis’ que estamos viviendo comenzó con una serie desconsiderada de operaciones sobre el crédito, sobre créditos que venían descontados y revendidos decenas de veces antes de poder ser realizados. Lo que significa, en otras palabras, que el capitalismo financiero y los bancos, que son su órgano principal, funcionan jugando sobre el crédito, es decir, sobre la fe de los hombres”.
Ese es de algún modo el trasfondo, el precipitado, si se quiere, de la historia de la serie; acaso la razón de su éxito. Incluso así está planteado en el guión de La casa de Papel: el Profesor exige al grupo que permanezcan unos cinco meses formándose para el robo. Ese tiempo convierte a los miembros del grupo en catecúmenos, planifican en secreto un mensaje anti sistema, evangelizador, de fe. Y convierte al Profesor –quien lleva a cabo un plan que perteneció a su padre– en un Padre, un refundador de la Ley y la justicia (la relación padre-hijo está presente, en espejo, en otros personajes de la serie). Ese período, en una casona aislada en el campo, es también la construcción de una comunidad en torno a un objetivo: la vida con crédito, la vita nuova.

Segunda parte

A través de su cuenta de Instagram Netflix anunció el 28 de febrero que la segunda temporada de La Casa de Papel se estrena el 6 de abril próximo (como ya lo había anticipado RosarioPlus, uno de los portales rosarinos que más siguió el tema). Lo que no aclaró es si procederá como lo hizo con la primera temporada. En España la primera parte estuvo dividida en nueve episodios de unos 70 minutos cada uno, que Netflix acortó en alrededor de 45 minutos, extendiendo el número de capítulo a trece. La segunda temporada original suma seis episodios (pueden verse en sitios non santos o descargarse vía torrent) que duran también unos 70 minutos y terminaron de emitirse en España el 23 de noviembre del año pasado.
Todo lo dicho no significa, en nuestra modesta opinión, que La casa de papel sea una buena serie.

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