para RosarioPlus
El sábado pasado el periodista Benjamin Wallace-Wells publicó una columna en The New Yorker (acá hay una versión en español) en la que observaba que la variante Delta volverá endémica la pandemia de Covid-19 en Estados Unidos y analizaba datos de la vacunación en el país, dividiéndola entre los estados demócratas (llamados azules) y republicanos (rojos), pero, sobre todo, señalaba que la inmensa mayoría de los adultos mayores, en todos los estados, incluso en los más reaccionarios, donde es muy visto el recalcitrante Tucker Carlson, de la cadena Fox, se habían vacunado porque, escribe: “No se tomaron las campañas televisivas ni literalmente ni en serio; entendieron que es sólo un espectáculo”. Lo que quiere decir que la “grieta”, que también dividió a Estados Unidos en los últimos siete años, se convirtió en un espectáculo.
Si se presta
atención a lo que sucede con el rating en Argentina, los formatos que suman más puntos, más
del doble de lo que acumulan noticieros y programas políticos que agitan “la
grieta”, la discusión o directamente la pelea en cámaras, son aquellos que, si
bien son competitivos, se desarrollan por fuera de esa división y, también
tienen muy aceitado la interacción en redes sociales: Master Chef, La Voz, es
decir, no sólo invitan al público a reproducir un hashtag, sino que buscan la interacción con un televidente activo –lo sé porque, aunque no veo esos
programas, lo observo en Twitter.
A su vez, el
reestreno de Okupas en Netflix –que
convocó con fervor a jóvenes que no habían nacido o eran muy pequeños cuando la
serie se estrenó en Canal 7 en octubre de 2000–, puso de nuevo en la
conversación esta idea de las ficciones, los formatos, las representaciones que
se anticipan: en Okupas, en su
recreación de una historia que pertenece a los clásicos argentinos –El juguete rabioso, de Roberto Arlt–, se
percibe la crisis de Diciembre de 2001. La Buenos Aires transfigurada por la
crisis y el errático destino de sus protagonistas, encabezados por Rodrigo de
la Serna, son también protagonistas de la serie.
Ana Clentano, la
actriz que encarnó el personaje de Clarita en Okupas, cuenta que mientras protagonizaba la serie militaba en
la CTA y desde el colectivo que agrupaba a inquilinos le llamaron la atención
sobre la “mala imagen” que se daba en el programa a esos inquilinos que a veces
se veían forzados a ocupar casas de ese centro porteño desertificado, que aún
no había sucumbido a los planes de gentrificación. “A veces se le pide
respuestas políticas a la ficción que la política no puede dar”, dice la
actriz.
Mariana Moyano, en su podcast, llama al interregno de esos años “el limbo”, el
período entre el fin del menemismo y fines del 2002. Pero, sobre todo, señala
esta particularidad de la ficción y la música que se hacía entonces, el rock
argentino de esos años –y esa música es parte también fundamental de la banda
de sonido de Okupas– estaba mucho más
a la altura, es decir: pensaba mucho mejor la época, que la política.
Gente mayor
acribillada desde la televisión con propaganda antivacunas que va a vacunarse,
una creciente audiencia que casi no vivió el 2001 y mira la previa en streaming, las actividades de la
pandemia le donan rating a programas
de televisión abierta en los que se cocina, se canta, se juega y se interactúa
a través de las redes.
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