socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

jueves, 5 de diciembre de 2024

otto bauer: para una teoría marxista del nacionalismo

Publicado por Jacobin: “Otto Bauer’s Theory of Nationalism Is One of Marxism’s Lost Treasures” (“La teoría del nacionalismo de Otto Bauer es uno de los tesoros perdidos del marxismo”). La traducción respetó todos los hipervínculos originales en inglés.

por Ronaldo Munck*

Otto Bauer ca. 1930.

Según sus críticos, el marxismo no puede explicar por qué el nacionalismo es una fuerza tan poderosa en el mundo moderno. Aunque el pensador socialista austríaco Otto Bauer desarrolló una teoría sofisticada y esclarecedora del nacionalismo en el siglo XX que hoy está madura para que recojamos sus frutos.

Si miramos al mundo actual, podemos ver la importancia crítica del nacionalismo, ya sea étnico o cultural, desde España hasta Nagorno-Karabaj, la cuestión uigur en China o el desmantelamiento del ex Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Se podría haber esperado que el marxismo, como la autoproclamada “ciencia de la historia”, desempeñara un papel importante en el análisis –si no en la intervención– de tales situaciones, que están destinadas a multiplicarse a medida que se vaya desenmarañando la globalización y aumenten sus contradicciones. Sin embargo, los marxistas parecen estar divididos entre la advertencia de Eric Hobsbawm de no “pintar de rojo el nacionalismo” y el principio leninista, un tanto rígido y no exactamente operativo, del “derecho de las naciones a la autodeterminación”.

Otto Bauer
¿Podría la obra olvidada de Otto Bauer, La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia —escrita en alemán en 1907, traducida al inglés en 2000 y rápidamente ignorada— ayudarnos a desarrollar una teoría del nacionalismo?

La comprensión que Bauer tenía del nacionalismo era sutil y sofisticada, y bien que vale la pena ser rescatada de la oscuridad. Pero sólo podemos entender su contribución si la situamos en su complejo contexto histórico, en lugar de verla como una teoría política incorpórea.

El austromarxismo

Otto Bauer nació en Viena, en 1881, en el seno de una rica familia judía propietaria de fábricas, en una Austria en vertiginosa industrialización. Se trataba de un entorno multicultural y multiétnico con un próspero movimiento obrero y socialista, que se hizo famoso en el período de la Viena Roja de 1918-1934. Bauer se volvió activo en el marco de ese movimiento, representando al Partido Socialdemócrata de los Trabajadores (SDAP) en el parlamento imperial y editando su revista mensual, La Lucha.

Cuando el imperio de los Habsburgo se unió a las potencias centrales durante la Primera Guerra Mundial, Bauer sirvió como oficial del ejército austríaco y se convirtió en prisionero de guerra en Rusia antes de que se le permitiera regresar a su país en 1917. Antes y después de la guerra, fue una figura destacada de la corriente política conocida como austromarxismo. Tras la Revolución de Octubre, los austromarxistas intentaron desarrollar una “tercera vía” entre la Internacional Comunista lanzada por los bolcheviques y la socialdemocracia.

El período en que Bauer fue ministro de Asuntos Exteriores de Austria en 1918-19, tras el colapso del Imperio de los Habsburgo, con su colega del SDAP Karl Renner como canciller, fue seguido por un período de compromisos estériles con las fuerzas ascendentes de la reacción. Su vida terminó en una derrota política. El ascenso del austrofascismo y el estallido de la guerra civil en 1933-34 lo impulsaron a abandonar Austria. Murió en el exilio parisino en 1938.

Si bien la contrarrevolución triunfó en Austria en la década de 1930, la teoría y la práctica de Bauer son un fragmento de la historia del marxismo que no debería ignorarse. Sigue siendo una parte fundamental del legado marxista que merece una atención actual.

Aunque a veces se lo compara con la Escuela de Frankfurt, el austromarxismo era una filosofía de la práctica, no de la contemplación. Incluía a figuras importantes de la economía marxista (Rudolf Hilferding), la filosofía (Max Adler) y el derecho (Karl Renner), así como al propio Bauer. La definición de Bauer del austromarxismo era como una síntesis entre la realpolitik cotidiana y la voluntad revolucionaria de alcanzar el objetivo final: la toma del poder por la clase obrera.

La cuestión nacional

El contexto en el que Bauer escribió La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia, que fue originalmente su tesis doctoral, fue el estallido de cuestiones y conflictos nacionales en todo el Imperio austrohúngaro. Hacia finales del siglo XIX, el desarrollo del capitalismo había generado una gran agitación social. La población de Viena se cuadruplicó debido a la migración interna en los cincuenta años previos a 1917, y surgió una clase obrera multinacional.

El floreciente SDAP y los sindicatos afiliados a él corrían el riesgo de desgarrarse entre su núcleo dominante de habla alemana y los miembros de las naciones periféricas. Debemos recordar que antes de su desmembramiento después de 1918, el imperio contenía quince nacionalidades en un territorio del tamaño de la península Ibérica.

Ante esta situación, Bauer se propuso desarrollar una teoría del nacionalismo compleja y sofisticada, que no estaba en absoluto teñida de simpatía hacia su tema, podríamos añadir. Para Bauer, las naciones modernas pueden entenderse como comunidades de carácter (Charakter gemeinschaften) que han surgido de comunidades de destino (Schicksals gemeinschaften).

Se trata de un enfoque mucho más sutil y no reduccionista en comparación con la teoría marxista ortodoxa del nacionalismo, tal como la codificó Joseph Stalin y la propagó en todo el mundo el movimiento comunista prosoviético. Stalin definió una nación como “una comunidad de personas estable e históricamente constituida, formada sobre la base de un idioma, un territorio, una vida económica y una constitución psicológica comunes, manifestados en una cultura común”. Esto no nos ayuda en un contexto multinacional.

Bauer consideraba que la principal fortaleza de su obra era la descripción de la deriva del nacionalismo a partir del proceso de desarrollo económico, los cambios en la estructura social y la articulación de las clases en la sociedad. Sin embargo, gran parte de su obra y los debates a los que dio lugar se centraron en su definición de “nación” como la totalidad de seres humanos unidos por un destino común en una comunidad de carácter.

Bauer veía a la nación como una “comunidad de destino” cuyo carácter era resultado de la larga historia de las condiciones en las que la gente trabajaba para sobrevivir y se dividía los productos de su trabajo a través de la división social del trabajo. Antes de descartar esta concepción de la nación como una mera forma de idealismo –como han hecho muchos críticos– debemos señalar que Bauer criticó repetidamente las formas de “espiritualismo nacional” que describían a la nación como “un espíritu misterioso del pueblo”. También rechazó explícitamente las teorías psicológicas de la nación.

Un producto de la historia

La definición en la que trabajó Bauer de la nación era un postulado metodológico que planteaba “la tarea de comprender el fenómeno de la nación” como la explicación, a partir de la singularidad de su historia, de todo lo que constituye la peculiaridad, la individualidad de cada nación y lo que la diferencia de las demás naciones, es decir, mostrando la nacionalidad de cada individuo como lo histórico con respecto a él y lo histórico en él.

Para Bauer, sólo si se proseguía con esta tarea de descubrir los componentes nacionales podríamos disolver la falsa apariencia de la sustancialidad de la nación, a la que siempre sucumben las concepciones nacionalistas de la historia.

En la perspectiva de Bauer, la nación es sobre todo un producto de la historia. Esto es cierto en dos aspectos: en primer lugar, “en términos de su contenido material es un fenómeno histórico, ya que el carácter nacional vivo que opera en cada uno de sus miembros es el residuo de un desarrollo histórico”. En segundo lugar, “desde el punto de vista de su estructura formal, es un fenómeno histórico, porque diversos círculos amplios se unen en una nación por diferentes medios y de diferentes maneras en las diversas etapas del desarrollo histórico”.

En resumen, las formas en que se genera la “comunidad de carácter” están condicionadas históricamente. De ello se desprende que esta “comunidad de carácter” no es una abstracción atemporal, sino que se modifica continuamente con el tiempo. Para Bauer, las diferentes formas de “carácter nacional” son específicas de un período particular y, por lo tanto, no se pueden remontar a los orígenes del tiempo, como podría sugerir la mitología nacionalista.

No ve el carácter nacional como una explicación en sí misma, sino como algo que necesita ser explicado. En este marco, no podemos simplemente dar por sentado el internacionalismo como algo dado, ni podemos ignorar las características nacionales en nombre de ese internacionalismo. Debemos, más bien, mostrar cómo esas características son el resultado de procesos históricos.

Pese a que la teoría del nacionalismo de Bauer sufre hoy un olvido casi total, incluso —o quizás especialmente— entre los marxistas, en su época fue objeto de intensas polémicas. Su pensamiento fue rechazado tanto por la Segunda Internacional (socialdemócrata) como por la Tercera Internacional (comunista), entre las que se encontraban los austromarxistas.

El fin de la no-historia

Una de las principales innovaciones de Bauer fue rechazar abiertamente la opinión de Federico Engels de que las naciones eslavas como los checos eran “no históricas”, en contraste con lo que él veía como las grandes naciones “históricas”, como Alemania, Polonia y Francia. Para Engels, las naciones “no históricas” eran incapaces de formar un Estado propio y sólo podían servir como herramientas de la contrarrevolución si lo intentaban.

Bauer estaba de acuerdo en que en Europa central y oriental había pueblos a los que se podía calificar de “no históricos”, pero no estaba de acuerdo con Engels en la cuestión de sus perspectivas futuras:

«Las naciones sin historia son revolucionarias, luchan también por los derechos constitucionales y por su independencia, por la emancipación campesina: la revolución de 1848 es también su revolución».

Para Bauer, la categoría de “naciones sin historia” no se refería a una incapacidad estructural de la nación para desarrollarse, sino a una situación particular en la que un pueblo que había perdido a su clase dominante en una fase anterior no había experimentado, por tanto, su propio desarrollo cultural e histórico.

Bauer mostró en detalle cómo el “despertar de las naciones sin historia” fue uno de los principales cambios revolucionarios de finales de siglo. Según Bauer, uno de los rasgos progresistas del desarrollo capitalista fue haber despertado de nuevo la autoconciencia nacional de estos pueblos y haber enfrentado al Estado con la “cuestión nacional”.

A principios del siglo XX, Bauer vio a pueblos como los checos atravesar un proceso de desarrollo capitalista y estatal, que a su vez condujo al surgimiento de una comunidad cultural, en la que se rompieron los lazos de una sociedad tradicional otrora omnipotente. De este modo, las masas estaban llamadas a colaborar en la transformación de la cultura nacional.

Bauer también realizó una consideración detallada de la relación entre la lucha de clases y el nacionalismo. En una frase sorprendente, escribió que "el odio nacionalista es un odio de clase transformado". Se refería específicamente en este contexto a las reacciones de la pequeña burguesía en una nación oprimida, afectada por los cambios de población y otras convulsiones engendradas por el desarrollo capitalista. Pero el punto es más general, y Bauer muestra claramente cómo las luchas de clase y nacionales están entrelazadas.

Puso el siguiente ejemplo en el caso del trabajador checo:

«El estado que lo esclavizó era alemán; alemanes también eran los tribunales que protegían a los propietarios y encarcelaban a los desposeídos; cada sentencia de muerte estaba escrita en alemán; y las órdenes que se enviaban al ejército contra cada huelga de los obreros hambrientos e indefensos se daban en alemán.»

Según Bauer, los trabajadores de las naciones “no históricas” adoptaron en primera instancia un “nacionalismo ingenuo” para equipararse al “cosmopolitismo ingenuo” del proletariado de las naciones más grandes. Sólo gradualmente en tales casos se desarrolla una política genuinamente internacionalista que supera ambas “desviaciones” y reconoce la particularidad de los proletarios de todas las naciones.

Aunque Bauer predicó la necesidad de la autonomía de la clase obrera en la lucha por el socialismo como el mejor medio para tomar el poder, sostuvo que “dentro de la sociedad capitalista, la autonomía nacional es la demanda necesaria de una clase obrera que se ve obligada a llevar a cabo su lucha de clases dentro de un estado multinacional”. Esta no era meramente una respuesta “preservadora del Estado”, argumentó, sino más bien un objetivo necesario para un proletariado que buscaba convertir a todo el pueblo en una nación.

Bauer en nuestro tiempo

La obra de Bauer representa una ruptura importante con el determinismo económico. En su interpretación, la política y la ideología ya no aparecen como meros “reflejos” de procesos económicos rígidos. El contexto mismo en el que operaba la socialdemocracia austríaca la hacía particularmente sensible a la diversidad cultural y a los complejos procesos sociales del desarrollo económico.

El tratado de Bauer sobre la cuestión nacional rechazó implícitamente el determinismo económico y el evolucionismo básico del marxismo de la Segunda Internacional. En términos de su contribución sustancial, Bauer propuso un concepto de nación como proceso histórico en páginas de análisis histórico rico y sutil. La nación ya no era vista como un fenómeno natural, sino como algo relativo e histórico.

Esto le permitió a Bauer romper decisivamente con la posición de Engels sobre las naciones “no históricas”. Al igual que con el trabajo mucho más influyente de Antonio Gramsci sobre lo nacional-popular, podemos encontrar en la obra de Bauer un bienvenido paso más allá de la (mala) comprensión de la nación y del nacionalismo como “problemas” –y no solo un elemento integral de la organización social– que ha caracterizado a tanta teoría marxista sobre el tema.

Un lector moderno del libro de Bauer podría encontrar oscuros algunos de sus estudios de caso y arcaico su lenguaje. Sin embargo, un análisis crítico de Bauer puede ayudarnos a desarrollar una práctica teórica marxista más adecuada en relación con el nacionalismo. ¿Podemos realmente sostener la idea, como muchos marxistas hicieron en la época de Bauer, de que la llegada del socialismo resolverá la cuestión nacional? ¿El rechazo de Bauer a la vía bolchevique para llegar al poder lo convierte simplemente en un reformista fracasado o lo sitúa, como a Gramsci, como un teórico de la revolución en las democracias occidentales? ¿Puede su teoría “constructivista” de la nación brindarnos un punto de partida para comprender la cuestión nacional en la era de la globalización tardía?

Hoy en día la obra de Bauer tiene una relevancia inmediata para nuestra reflexión sobre el multiculturalismo, del que puede considerársela precursora. Para ser claros, el argumento central de Bauer es rechazar cualquier principio esencialista en la conceptualización de la cuestión nacional. Para Bauer, no podemos pensar en las naciones modernas en términos de “teorías metafísicas” (como las nociones de espiritualismo nacional) o “teorías voluntaristas” (como en la teoría de la nación como “plebiscito cotidiano” de Ernest Renan). Las identidades nacionales no están “dadas naturalmente” ni son invariables, sino que son culturalmente cambiantes.

Sin embargo, el enfoque de Bauer sobre el Estado-nación es muy diferente del liberal dominante en la actualidad. En el Estado-nación liberal, es la práctica cultural del grupo nacional dominante la que prevalece. El multiculturalismo, por lo tanto, siempre está limitado por esta hegemonía y no es fácil construir Estados multiculturales. Cualquier compromiso con el pluralismo cultural puede equivaler a poco más que un compromiso simbólico con la diversidad dentro de estructuras abrumadoramente asimilacionistas.

Bauer criticó la actitud del movimiento obrero “austríaco alemán” de principios del siglo XX como un “cosmopolitismo ingenuo” que rechazaba las luchas nacionales por considerarlas una distracción y abogaba por una ciudadanía mundial humanista como su alternativa. Hubo ecos claros de esta actitud en la promoción del “cosmopolitismo global” durante los primeros años de la década de 2000. En ese sentido, necesitamos mucho un Bauer 2.0 para superar esa indiferencia ingenua y complaciente ante la cuestión nacional en la actualidad.

Bauer estaba en desacuerdo fundamental con la idea de que los movimientos nacionales eran simplemente un obstáculo para la lucha de clases y que el internacionalismo era el único camino a seguir. Estaba convencido de que era solo la clase trabajadora la que podía crear las condiciones para el desarrollo de una nación, proclamando que “la lucha internacional es el medio que debemos utilizar para hacer realidad nuestro ideal nacional”.

En su opinión, era el socialismo el que consolidaría una cultura nacional para el beneficio de todos. En resumen —y sé que es una afirmación controvertida— la conciencia de la clase obrera tiene un carácter de clase pero, al mismo tiempo, un carácter nacional.


* Ronaldo Munck es director de participación cívica en la Dublin City University y autor de varios libros, entre ellos The Difficult Dialogue: Marxism and Nationalism, Rethinking Global Labour: After Neoliberalism y Social Movements in Latin America: Mapping the Mosaic.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios se moderan, pero serán siempre publicados mientras incluyan una firma real.