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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

jueves, 17 de mayo de 2012

de una pantalla a otra



Hasta entrado el año 2009, cuando las redes sociales como Twitter o Facebook no habían estallado aún, con el consiguiente aplanamiento de la experiencia en la red y la suma de pajarones que de un día para otro se reconciliaron con todo su pasado y nos convirtieron en íntimos de sus miserias, la red social más prolífica era el blog. Los blogs, con sus autores muchas veces anónimos desplegaron o acentuaron una forma de escritura cuyo misterio y erotismo –porque lo que circula en la web es también libido– terminó de configurar una especie de ficción arraigada en el yo y la identidad de ese yo.
Primero como blog, luego como libro y, por último como programa de televisión, Carolina Aguirre fue la creadora de Ciega a citas, que mientras duró en la web –como blog– muchos leyeron como una historia real: la de una muchacha, acaso perdedora, que debía conseguir un novio antes del casamiento de su hermana menor. Lo que resultaba de algún modo inquietante en la lectura del blog, en 2008, es que el lector no sabía a ciencia cierta si lo que leía era una novela, un diario personal abierto al público.
Carolina Aguirre me aclara por correo electrónico que no tuvo nada que ver con el libreto del programa que hasta el año pasado se emitía por canal 7. Me dice sin empacho: “No tengo tele hace 10 años, bajo lo que quiero ver de internet. Del 2011 las series que me gustaron mucho (veo casi todas) fueron Mad Men, Homeland, The Killing, Episodes”.
También responde estas preguntas:
—¿Cómo encaraste ese relato en primera persona del blog, que era una ficción? ¿Cómo intervino tu propia experiencia?
—En realidad yo solo pienso en ficción. Se me ocurre una historia que me gustaría contar y elijo la forma más eficaz para narrarla. En ese caso, en el de Ciega a citas, la primera persona le daba verosimilitud, identificación, complementaba el formato. Si la historia hubiese sido más eficaz en tercera, narrada por un hombre, o por una flaca, lo hubiera hecho también. Si después se desprende otra cosa (es inevitable que afloren obsesiones, ciertos temas afines, una visión moral del mundo), es un efecto colateral deseable, pero no su misión. Acá a los escritores se les exige ser intelectuales sí o sí: filósofos, teóricos, políticos, periodistas, qué se yo. Casi no existe la figura del escritor de ficción, el que solo está interesado en contar bien una historia sin que esa historia sea voluntariamente una cifra de otra cosa, un misil político o social. Esa falencia o ese vicio le hace muy mal a la ficción porque está obligada siempre a ser un medium, un soporte para otras cosas, cuando debería (al menos cada tanto) ser un fin en sí mismo. Una historia genial, nada más y nada menos.
—¿Y cuando se llevó eso a la pantalla, qué te parece que era incompatible con el blog?
—No lo llevé yo, pero era un folletín y estaba escrito por mí, que soy guionista, y pienso todo como un guión, así que ya tenía mucho de tira. De hecho los diálogos estaban estructurados como en una película. Ciega a citas no nació como un hijo bastardo de los libros, sino de los guiones audiovisuales, porque yo entiendo el mundo de esa manera.
—¿Qué es lo que te atrae de la ficción que se ve en televisión? ¿Qué relación percibís con lo que podríamos llamar los dispositivos ficcionales de internet?
—No sé a qué te referís estrictamente con los dispositivos ficcionales de internet. El único que conozco es el anonimato y si querés, la mentira.
—¿Te parece que hay una especificidad de la ficción televisiva, o una tradición, por ejemplo el melodrama como el de Ciega a citas?
Ciega a citas nunca fue un melodrama y ese fue uno de los errores graves de la adaptación. Era una comedia romántica. En el melodrama, los protagonistas se conocen, se enamoran perdidamente y el entorno los separa (la clase social, la guerra, un casamiento por interés). Ellos saben que se aman pero no pueden unirse por circunstancias externas. En la comedia, los personajes se conocen pero no saben que se están enamorando o no lo aceptan. El entorno los favorece y ellos no pueden. Se dan cuenta al final, cuando se unen. Ciega a citas siempre tuvo estructura de comedia (vos tampoco sabías quién era el galán porque estaba narrada en estricta primera persona, es decir, desde el punto de vista de ella que tampoco sabía) pero cuando lo adaptaron a tele hicieron una mezcla rara, con una estructura de melodrama con elementos de comedia, que le quitó muchísima intriga y coherencia. Ella reconocía que amaba al galán en el capítulo 8 y tardaba 120 capítulos en concretar porque al guionista se le cantaba e inventaba obstáculos. 


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