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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

viernes, 25 de noviembre de 2011

bar colombiano

Mi concuñado me había contado una vez sobre el antiguo dueño del bar colombiano que está en el barrio, frente a casa. Contó que mientras esperaba el pedido que había hecho para llevar el hombre, imponente y sentado a una de las mesas del lugar, donde comandaba los movimientos de su gente, hablaba con otro y le decía que había comprado un perro, de raza, y que tenía, el perro, más papeles que él. Ahora los dueños cambiaron. Lo sé porque me lo dice Daniel García Helder a quien encuentro hace un par de meses junto a su novia Giuliana en la vereda de mi casa. Venían de almorzar ahí, lugar que frecuentan y me recomiendan. Cambiaron de dueño, me dice y lo interpreto como un plus. Aunque cuando voy, espero aún encontrarme con un personaje que hable de su mastín y la documentación correspondiente.
Pero no, lo que encuentro es una comida exquisita (no necesariamente liviana) y a un precio más que razonable, preparada ahí, porque no se encuentra harina de maíz en Rosario. Pero, sobre todo, lo que me fascina es escuchar esas voces extranjeras, que hablan de autos, o de compadres, o de fútbol, en ese canto del extranjero latino en Rosario.
Fui con toda la familia, fui solo con mi hijo y mi hijo, incluso, llevó una camiseta de Colombia que en algún momento su madre le compró en una oferta no sé dónde.
En el bar El Escondite el convite no siempre es el mismo: patacones montañeses (un picado de carne y verduras gratinadas sobre una base de plátano a la plancha), empanadas de arepa, sopa de plátano y otras cosas cuyo nombre no retengo. 
En las mesas de la vereda, contra el ligustro que creció espesamente los últimos años, los habitués llegan y saludan e, incluso, inclinan la cabeza cuando se dirigen a mi esposa. La situación es tan ajena a los hábitos locales que nos parece transitar un túnel entre fronteras. Colombianos, peruanos, venezolanos que llegaron a estudiar Medicina a Rosario, enfermeros, gente que aparece ahí, en El Escondite, para mostrarse y hablar lalengua del origen, que es la misa que la nuestra, pero es otra.
Y, claro, para llenarse la boca de esa lengua y los que esa lengua ha comido. Eso, un paisaje de infancia extranjera. Eso es lo que me gusta.

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