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sábado, 12 de noviembre de 2016

las series que vieron a trump

El 6 de noviembre de 2001 Fox estrenó una serie innovadora en varios aspectos: lo protagonizaba tanto un agente de una ficticia agencia antiterrorista, Jack Bauer (que encarnaba Kiefer Sutherland) como la tecnología, que competía en la pantalla con los actores. Durante veinticuatro horas que sumaban veinticuatro episodios, veíamos a Bauer intentando evitar un ataque terrorista en el corazón de Estados Unidos. Cada episodio sumaba una hora de esa epopeya. La serie se llamó “24”. Al día de su estreno aún salía humo de los restos del World Trade Center, que sucumbieron después de que dos aviones llenos de pasajeros se estrellaran contra las moles de acero dos meses antes.

El día después

“24” –realizada por entero durante 2001, mucho antes de los ataques del 9/11– se convirtió de inmediato en la serie con la que leer la guerra contra el terrorismo que el entonces presidente George W. Bush se apuró a declarar.
El estreno de la serie coincidía a la vez con las dudosas elecciones que llevaron al poder a Bush. De hecho, fue el ataque a las torres lo que consolidó a George W. en la presidencia. En los comicios que lo consagraron presidente su contrincante Al Gore ganó el voto popular por más de medio millón de votos y las elecciones, al menos en el estado de Florida, estuvieron teñidas de fraude.

“24” trataba de un presidente jaqueado por un golpe terrorista inminente y su tecnología, desplegada en el aquí y ahora del poder, señalaba también un vacío de poder. El 5 de febrero próximo “24” volverá al aire rebautizada “24 Legacy” (con el agente Eric Carter interpretado por Corey Hawkins); la acción se desarrolla en Washington tres años después del cierre de la octava y última temporada que protagonizó Sutherland.
Como otras series, su mezcla de realpolitik, conspiraciones y aventura, el show fue un terreno de ensayo de posibles realidades políticas, por ejemplo, fue la primera ficción televisiva en postular un presidente negro, David Palmer, interpretado por Dennis Haysbert.  

Un progresista en el poder

Este año el mismo Sutherland interpreta a Tom Kirkman, secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano que debe asumir la presidencia luego de que un ataque al Capitolio sepulta a la mayoría de los tres poderes durante el discurso de la Unión.
La serie se llama “Designated Survivor” (Netflix) y en los seis episodios que lleva al aire el antes progresista secretario de Vivienda debe vérselas con generales que le exigen respuestas urgentes sobre potenciales enemigos y ante gobernadores que no están dispuestos a reconocer su legitimidad. Como Donald Trump, quien era considerado casi un títere de los demócratas para asegurarle la elección a Hillary Clinton en 2015 cuando comenzó a desarrollarse la serie, Kirkman tampoco tuvo cargo electivo alguno ni sirvió en el ejército antes de llegar a la oficina oval. 

También la serie “Homeland” vuelve en enero de 2017 con su sexta temporada –su productor Howard Gordon es el mismo de “24”. En este caso la ex agente de la CIA Carrie Mathison (Claire Danes) –quien en la quinta temporada sirvió de guía en un pantallazo de lo que los Estados Unidos entienden como terrorismo en Europa– deberá desentrañar una conspiración en Estados Unidos en el marco de una campaña electoral, aunque la elección del marco político no es quizás el más feliz tras los resultados del martes últimos en las elecciones presidenciales: hay un presidente mujer.

No es un episodio

Charlie Brooker, creador de Black Mirror –en la cuenta de Twitter de la serie, el mismo día en que Trump fue elegido presidente, postearon el mensaje: “Esto no es un episodio. No es márketing. Esto es realidad”– declaró a un periodista de Deadline Hollywood que el episodio “The Waldo Moment”, en la segunda temporada, fue lo más cerca que estuvo de describir la fascinación y el espanto que le produce Donald Trump. Allí un dibujo animado obsceno y antipolítico se vuelve el líder de un régimen mundial fascista.




Juego de damas

La sexta y hasta ahora última temporada de “Game of Thrones” –donde se ensayó más de una interpretación política de la actualidad de Estados Unidos– cerró con la marcha de dos mujeres hacia el poder. A fines del año pasado la periodista Emily Nussbaum, del “New York Times”, lo interpretaba en estos términos: “Depende el tipo de espectador que sea, es posible que vea Hillary Clinton en Daenerys (Emilia Clarke), una ex primera dama que literalmente camina a través de las llamas, y cuya línea dura (o acaso dragoniana) en su agenda está templada por su deseo de hacer a su reino menos violento, a través de una astuta trama de acuerdos. (Control de armas, sustitución de las peleas a muerte en Bahía de los Esclavos.) En privado, ella es progresista, no una liberal, quien arguye sobre el ciclo de la lucha monárquica: ‘No voy a detener la rueda. Voy a romperla’”.
“Si se es otro tipo de espectador –continúa Nissbaum–, claro, verá a Hillary como Cersei (Lena Headey), éticamente podrida y sexualmente perversa, una elitista de nacimiento, simpática sólo cuando ha sido literalmente despojada, bombardeada con basura, y con el tipo de corte de pelo que tiene por lo general una chica que se emborracha después de una mala ruptura. Las dos reinas son ‘mandonas’ y pelean no sin simpatía; los extraños tienen fuertes opiniones sobre sus cabellos. (No se puede hacer ninguna analogía clara con las políticas raciales contemporáneas, pero cuanto menos se diga de la estética colonial del mundo de Daenerys –en el que su mejor amigo es negro y es la blanca libertadora de las oscuras salvajes felices de ser violadas, pero que saben bailar–, mejor.)”
Como no creemos en ese latiguillo que dice que la realidad supera a la ficción –porque la realidad es, precisamente, otra ficción–, cabe interrogarse si estos relatos televisivos en los que se ensaya escenarios posibles de la política estadounidense no resultan al final un alerta.

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