El 18 de septiembre pasado, desde la consultora Gustavo Córdoba y Asociados,
radicada en Córdoba, soltaron una encuesta que registraba una ola de apoyo al
gobierno nacional de Mauricio Macri, sobre todo en la región central del país.
No sólo creció la imagen positiva del presidente –pese a la desaparición de
Santiago Maldonado, pese al escándalo de los Panamá Papers (que se mantuvo como
una agitación internacional y parece nunca haber traspasado la frontera
nacional, al punto que la semana pasada la Justicia desvinculó al mandatario) y,
sobre todo, pese a la caída de las ventas, el incremento de la importación, la
pérdida de empleo y de poder adquisitivo de la población. Los cambiemitas
dominan las encuestas y, mejor aún, dominan el ánimo político impulsados por
una oposición amorfa, fragmentada y centralizada en el caudal electoral de Cristina
Fernández de Kirchner, quien compite por una senaduría en la provincia de
Buenos Aires.
En esta conversación Gustavo Córdoba también pone en duda
que el justicialismo santafesino conserve los votos que obtuvo en las Paso y
cree que los únicos que pueden crecer electoralmente son el oficialismo
provincial y el partido de la Casa Rosada.
—A partir del triunfo
de las Paso han reforzado de manera positiva todas las expectativas, todas las
imágenes, incluso la aprobación de la gestión.
—Hay un proceso que venimos midiendo desde hace rato, hay un
interregno antes y después de las Paso donde todos los indicadores que son
expectativas, calificación de gestión e imagen se dispararon. Un efecto ganador
tremendo, fundamentalmente en toda la zona central del país, que tiene un
correlato que Cambiemos ha tenido y que eventualmente pueden tener. Te voy a
dar un dato: lo de San Luis no es un fenómeno aislado, tampoco lo es lo que
puede llegar a pasar en Santa Fe. Es muy probable que Cambiemos gane, y le va a
costar mucho al peronismo mantener la victoria que tuvo en agosto en Santa Fe.
Porque no sé si quienes votaron a la jueza Alejandra Rodenas se van a inclinar
por el voto a Agustín Rossi o bien van a tener como opciones al oficialismo de
la provincia o a Cambiemos.
—Pasa lo mismo que en Córdoba, donde el peronismo perdió por
16 puntos, y el gobierno de Schiaretti tiene una aprobación igual o mejor que
la que tiene Macri.
—¿Y eso cómo se
explica?
—Yo creo que el país adoptó un eje en el que la elección de
la provincia de Buenos Aires se nacionalizó de una manera inédita, como nunca
antes se había nacionalizado en una elección provincial. El país estuvo en
vilo: si Cristina ganaba o perdía. Eso activó a un votante de neto corte
ideológico que quizás iba a votar a otro candidato o acaso no iba a votar y se
activó al solo efecto de darle un mensaje a Cristina, independientemente de la
zona del país donde esa persona votaba: votó básicamente para evitar que el
kirchnerismo recuperase posiciones de poder.
—Y eso a pesar de la
endeble situación económica que se atraviesa.
—La gente lo ve, la gente lo entiende. Es más, la mitad o
poco más de la mitad de votantes de Cambiemos califican muy mal la gestión
económica de gobierno, pero el voto ideológico es mucho más fuerte que el
reconocimiento de la mala gestión económica del gobierno.
—¿El voto ideológico
es el que pide orden y represión?
—No. Lo podés ver de manera positiva y negativa, pero
indudablemente que es un voto que prescinde del análisis racional del desempeño
de un gobierno. No es un voto de corto plazo. Es un voto cultural, de largo o
mediano plazo, asentado incluso en prejuicios, porque forman parte de la
cultura. Pero fijate que es un elemento crítico: el contexto es el que manda, y
en este contexto la política argentina está como mal vista y Cambiemos es un
elemento ultranovedoso, ligado por ejemplo a la gestión por redes sociales, lo
que le da una posición diferente a la de la política tradicional. Y Cambiemos
aprovechó muy bien esta cuestión.
—¿Cuáles serían esos
prejuicios que mencionabas?
—Bueno, el optorgamiento de un cheque en blanco a Mauricio Macri
prescindiendo de los errores, prescindiendo de los temas de corrupción: es como
que no hay una mirada igualitaria de los hechos de corrupción del gobierno
anterior con los de este gobierno. Es más, fijate el periodista de la nación
Alconada Mon, cuando publica algo que le pega al kirchnerismo aplauden todos;
cuando lo hace con algo que roza al gobierno actual saltan las puteadas de los
lectores en las páginas del mismo diario, diciéndole “Al final laburás para el
kirchnerismo”. Esa manera de estar impregnada nuestra cultura del voto, nuestra
cultura electoral, es obviamente un prejuicio.
—¿Y a cuánto llega la
imagen positiva del gobierno?
—Hoy Macri tiene más positiva que negativa, y la positiva
está en el orden del 48, 49 por ciento en todo el país y la negativa está en el
orden del 46. Cuando él venía con diferencial negativo. Ahora se ha recuperado.
Ahora, hay otros elementos también para evaluarlo: la aprobación de gestión
aumentó también, está con diferencial positivo. La imagen de María Eugenia Vidal
pegó un salto nacional, la imagen de Elisa Carrió pegó otro salto. Y fijate
este dato, nosotros preguntamos: en octubre gana Macri, ¿qué viene? Un 44 por
ciento dijo ajuste y un 36, crecimiento. Es muy loco que muchos de los que van
a darle un voto de confianza hoy a Macri creen que lo que les viene es un
ajuste.
—¿Es como un síndrome
de Estocolmo?
—Lo que pasa es que lo que hay preguntarse no es tanto lo
que este gobierno está haciendo, sino cómo fue que el gobierno anterior dejó la
situación cultural e ideológica que muchos argentinos en vez de reconsiderar
hacia atrás su voto, se niega a darle paso al pasado y se tira hacia adelante,
con un nivel de credibilidad por el gobierno que este gobierno aún no ofrece
muchas cosas para sostenerla y lograr ese voto. No obstante, emocionalmente lo
que tengo que reconocer es que Cristina tiene gran parte de la responsabilidad.
En parte porque todavía sigue siendo, desde el punto de vista opositor la
dirigente de mayor volumen político-electoral. Y eso le impide a la oposición
generar nuevos liderazgos
—Lo que convierte a
Cristina en un tapón para el surgimiento de nuevos líderes opositores.
—Es muy difícil para un líder como es ella tener la
posibilidad de una reválida, son muy pocos los casos en la historia argentina,
creo que Perón fue el único; Montiel en Entre Ríos, De la Sota en Córdoba,
casos en que se fueron del poder y después volvieron. Pero es muy difícil que
recuperen posiciones de poder en el primer nivel, con lo cual, como no surge
ningún otro líder que cuestione y desafíe la autoridad de Cristina, ese rol le
permite a Macri tener un margen de gobernabilidad mucho más alto porque le
garantiza a nivel nacional al menos dos peronismos. Y es de tal magnitud la
desagregación del peronismo que se ha convertido en un partido que tiene 24
sucursales, como si fueran 24 cooperativas distintas entre sí, no hay una
coordinación estratégica del voto opositor, ni la hay de liderazgos nacionales.
Hay incluso dos elementos que tienen en común hoy muchos líderes del peronismo:
la cantidad de años que llevan gobernando, caso San Luis, o Córdoba, y la
cantidad de años que tienen personalmente, son líderes que tienen ya un rodaje
que no huele precisamente a futuro, un Gioja, por ejemplo, o Infran, Schiaretti
mismo, son tipos que no tienen 25 años de política por delante. Eso conspira
también para la conformación de un liderazgo con futuro.
—¿Y han tanteado qué
otros líderes podrían surgir de acá a 2019?
—No, los dirigentes que medimos son los candidatos y Sergio
Massa, por ejemplo, tiene un diferencial negativo que asusta, tiene 53, casi 54
puntos de imagen negativa, lo mismo le pasa a Florencio Randazzo, quien desde
agosto no ha hecho sino crecer su imagen negativa. No están descartados a
futuro, pero en el corto plazo no sé y no veo cómo se pueden reciclar y cambiar
su posicionamiento actual. Van salir
bastante erosionados en su capital político después de las elecciones de
octubre.
—¿Y qué es lo que van
a sembrar estas elecciones para las de 2019?
—Por lo general uno piensa en las elecciones intermedias
como una suerte de filtro. Filtran a los que van a competir en una elección
ejecutiva a dos años. Y es probable, sí, que veamos algo de eso. Aunque la
imagen de Marcelo Tinelli –justo ayer leía una
nota en Perfil donde se mostró en Bolívar con (el intendente Eduardo)
‘Bali’ Bucca (perteneciente al sector que apoya a Randazzo)– habla a las claras
de que no podemos descartar a otros jugadores, sobre todo cuando el peronismo
carece de figuras con ese nivel de popularidad.
—¿Y cómo analizaron
la situación en Santa Fe?
—Sí, lo que digo es que a veces –y esto ha
pasado en varias elecciones Paso– no todo lo que un partido saca en agosto lo
retiene en octubre, hay una dinámica interna que a veces se multiplica y se
potencia pero otras veces también se desagrega el voto, y eso es lo que puede
llegar a pasar con el voto del peronismo. Hoy no tengo claro que todo el voto
que reunió el peronismo en Santa Fe se vaya a permanecer detrás de Rossi. Me
parece que no, porque si analizo la imagen de Rodenas y veo la imagen de Rossi
dentro de ese votante veo que el nivel de rechazo es alto. Lo que no podría
decir es cuál es el destino de ese votante. Porque puede darse un voto lástima,
de reconocerle políticas progresistas al gobierno de la provincia, o cuestiones
de coherencia a lo largo del tiempo y votar ahí, o ir por el cambio nacional y
votar a Cambiemos. No sé lo que va a pasar, pero veo difícil que el PJ retenga
la cantidad que sacó en agosto. Y es probable que el oficialismo provincial
mejore en términos relativos su posición electoral como también lo puede hacer
Cambiemos. Y hay que tener en cuenta que corrimientos mínimos pueden tener
efectos importantes. Imaginemos que el peronismo vuelva a ganar en Santa Fe,
eso es un dato político de impacto nacional. Ahora, si gana Cambiemos, que no
estuvo tan lejos, porque el rol de las campañas es hoy correr mínimamente los
escenarios: tres o cuatro puntos.
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