fotos de leonardo vincenti hechas en rosario en diciembre de 2006.
a mediados de diciembre de 2006 esteban volkov, nieto de trotski y testigo de su asesinato, visitó rosario mientras acompañaba al realizador argentino-mexicano Adolfo García Valdés en la presentación de su documental trotsky y méxico, dos revoluciones del siglo XX, entonces entrevisté a volkov, que aparece en la siguiente foto, de niño
Trotsky, su esposa Natalia Sedova y Volkov en México, en 1939. Hay buenas fotos de Trotski acá.
El nieto de Trotsky llevaba puesta una camisa de jean, con un sólo bolsillo del lado izquierdo, en el que cargaba un bolígrafo, papeles doblados, algo así como una libreta y, acaso, una credencial –eso que en Argentina entra en la categoría “documentos”. Tenía unos pantalones grises de lanilla, cuyas pinzas caían cerradas desde la cintura “seca en carnes”, y se movía por el lobby del hotel Plaza Real de Rosario, el martes pasado, con una descansada decisión de hombre convocado a una tarea más vasta que sus largos 82 años. La sangre de Lev Davidovich Bronstein, líder de la Revolución Rusa, fundador del Ejército Rojo, autor de libros políticos que interpretaron el marxismo, historiaron el proceso revolucionario, anticiparon la caída de la burocracia stalinista y especularon sobre el devenir de las artes en una sociedad nueva... La sangre de Trotsky corría por sus venas y él estaba allí, sentado a la mesa de audiencias del hotel, con los ojos enrojecidos por las largas horas de viaje, retorciendo las tapas de Literature and revolution (un libro de su abuelo publicado en inglés que había llevado conmigo) mientras respondía las preguntas de los periodistas.
Esteban Volkov, el nieto de Trotsky vino a presentar Trotsky y Mexico, dos revoluciones del siglo XX, un documental que lo tiene como uno de los principales testigos del exilio mexicano de su abuelo (entre diciembre de 1936 y agosto de 1940, cuando lo asesinó un sicario enviado por José Stalin), filmado por el realizador argentino radicado en el país azteca Adolfo García Videla. Por esos años, sobreponiéndose a las presiones de los obsecuentes comunistas mexicanos y norteamericanos, y a la creciente ola fascista que diseminaba su hedor en el continente, el presidente mexicano Lázaro Cárdenas asiló a Trotsky y custodió su casa en Coyoacán.
Hasta esa casa, en agosto de 1939, llegó Esteban Volkov –hijo de una hija del primer matrimonio del líder revolucionario– cuando tenía poco más de 13 años.
Hasta ese entonces, Volkov había vivido en París con su tío León Sedov, otro exiliado de la tiranía de Stalin, que entonces gobernaba Rusia bajo el terror, la delación y los campos de concentración. Pero Sedov ingresó a una clínica parisina para una cirugía de apendicitis –operación que resultó con éxito– y terminó en la morgue, supuestamente envenenado, según el recuerdo del nieto de Trotsky.
Un año transcurrió entre la llegada de Volkov a Coyoacán y la muerte de su abuelo. El 20 de agosto de 1940 Ramón Mercader, que hasta entonces se había hecho pasar por un allegado a las ideas trotskistas de revolución democrática y permanente, ingresó al estudio de la casa con unos papeles que le extendió a Trotsky para que revisara. Cuando tenía a su víctima de espaldas, Mercader descargó sobre la cabeza del revolucionario un pequeño pico de alpinismo que le partió la cabeza y lo dejó en una agonía letal que se prolongó unas pocas horas. Volkov volvía de la escuela cuando se encontró con los restos del atentado: policías, médicos, su abuela postiza, Natalia Sedov, con las manos aún ensangrentadas.
“El abuelo”, dice varias veces Volkov en el transcurso de la conversación, y guarda un silencio inescrutable. Los ojos azules se tiñen de un halo rojizo. Tal vez el nieto de Trotsky sólo está cansado.
—¿Cómo era Ramón Mercader? ¿Cómo se había ganado la confianza de su abuelo?
—Era un personaje anodino que se movía alrededor de la casa. Pero nunca fue una presencia ni mostró ningún interés en tener trato con Trotsky. Esa era la estrategia, para no despertar sospechas. Pero sí enamoró a una trotskista, una cosa totalmente tramada en París para poder infiltrarse en nuestros círculos.
—La casa estaba vigilada por la policía mexicana...
—En el exterior. En el interior eran camaradas norteamericanos, partidarios, jóvenes que venían voluntariamente a México a ayudar en la vigilancia, para formarse políticamente...
El atentado de Mercader no fue el primero. Antes, el 24 de mayo de 1940, el muralista David Alfaro Siqueiros armó con armas pesadas un grupo de veinte stalinitas que se disfrazaron de militares e ingresaron en la casa de Coyoacán sin encender las luces y abrieron fuego de ametralladora. Trotsky pensó que se trataba de algún tipo de festejo como los que solían organizar los mexicanos, cargados de petardos y algunas balas al aire. Pero fue Natalia, su esposa, la que advirtió lo que estaba pasando. Abrazó a su marido y lo tiró contra el piso, en el rincón de la habitación. Una de las balas (cuyos rastros se conservan aún en la casa de Trotsky, convertida en museo) rozó la pierna de Volkov y del episodio quedaron heridas menores y un comentario irónico de Trotsky: “Natalia nos han dado un poco más de tregua”.
—¿Volvió a Rusia?
—Unos días nada más. Apareció mi hermana, gracias a Pierre Broue, el historiador (biógrafo de Trotsky, muerto en 2005), que estaba en Moscú y la encontró. Me comunicó que era urgente que fuera a verla porque estaba con un cáncer terminal y le quedaba muy poco tiempo de vida. Fue en el año 1989. La había visto por última vez en la temprana infancia, cuando salí de Rusia, a los 4 o 5 años.
—¿Por qué permaneció en Rusia su hermana?
—A la pobre le tocó vivir el stalinismo. Cuando mi madre salió de Rusia Stalin autorizó la salida de uno solo de sus hijos y yo fui el elegido. Posiblemente porque era el menor. Se hizo cargo de mi hermana la primera esposa de Trotsky, mi abuela. Vivió una deportación y después, en tiempos de Gorbachov, pudo regresar a Moscú.
—Según los libros como Literatura y revolución, la visión de Trotsky es revolucionaria en muchos aspectos; le interesaban las expresiones del arte y la literatura, aún en autores a los que no se podría en absoluto de socialistas.
—El abuelo era un personaje con una cultura muy amplia y no se dedicada exclusivamente al aspecto de la lucha política, se interesaba por todos los problemas relacionados con la vida cotidiana en un país socialista, inclusive el arte, la literatura. Defendía la libertad de la creación...
“Ninguna tragedia es personal”, me escucha decir el nieto de Trotsky. La cita pertenece a su abuelo. “Para mi es un honor y una obligación moral –dice Volkov– dar testimonio de este capítulo que yo viví y ha sido tan falsificado y mutilado por el stalinismo, donde el daño no sólo lo hace a la figura de León Trotsky, es una daño a la humanidad: destruir, alterar el patrimonio de la humanidad, alterar su memoria histórica, eso no tiene nombre. Creo que Stalin, en realidad, odiaba al género humano, era un hombre con un cerebro monstruoso. En La revolución traicionada Trotsky anticipa que el gobierno de la burocracia stalinista llevaría al colapso de la revolución y el restablecimiento del sistema capitalista, salvo que una revolución política le permita a la clase obrera recuperar el poder usurpado”.
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El documental
En diciembre de 2006 se cumplieron 69 años de la concesión de asilo político que diera el presidente mexicano Lázaro Cárdenas al revolucionario ruso León Trotsky, fundador del Ejército Rojo y acusado de traición –entre otras mentiras que se probarían más tarde– por el dictador José Stalin, al frente de la Unión Soviética entonces y de todos sus esbirros en las sucursales del Partido Comunista. La decisión de Cárdenas no fue una cosa menor, debía enfrentar, en una época de convulsiones políticas atroces, con el nazismo y el fascismo en alza en Europa, a los líderes comunistas de México, a las presiones norteamericanas y la mar en coche. Pero Trotsky llegó al fin a México, donde vivió con su esposa Natalia, sus hijos y sus nietos. Diez años más tarde, en su casa de Coyoacán, lo asesinaría un sicario a las órdenes de Stalin. Su vida, una verdadera puesta en escena de su ideario en pos de un socialismo democrático, es lo que cuenta Trotsky y Mexico, dos revoluciones del siglo XX, que el realizador argentino-mexicano Adolfo García Valdés presentó en el salón de actos de la Facultad de humanidades y Artes (Entre Ríos 758) a fines de 2006. En el acto estuvo presente también Esteban Volkov, nieto del héroe socialista, quien recibiera una herida de bala en una pierna cuando el pintor David Alfaro Siqueiros y otros esbirros del stalinismo intentaran dar muerte a su abuelo a fines de los años 30.
La presencia del realizador, de Volkov y otros protagonistas del documental en Argentina se debe, subrayó García Videla, a que por primera vez en veinte años un embajador argentino en México, Jorge Yoma, organizó una semana de homenaje y agradecimiento al país azteca por haber recibido tantos exiliados durante la última dictadura. El mismo Yoma quedó conmovido cuando conoció la casa de Trotsky en Coyoacán, que ahora funciona como museo y fue salvada de la destrucción gracias a la instalación, al lado, del Instituto de Derecho de Asilo.
Esteban Volkov. No tengo a mano las fotografías que le hizo en Rosario Leo Vincenti (¿o era Marcelo Manera?), que estaban muy bien y acaso consiga luego.
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