Imagino que la gran carrera en el terreno de los alimentos dulces dietéticos es conseguir sabores "originales" —es decir, semejantes a los de los alimentos con azúcar— y evitar el "sabor metálico" que producen los edulcorantes en base a sacarina, ciclamato o aspartamo (cuya capacidad de producir cáncer es una larga discusión). Entonces llegó la stevia, que es natural, no presenta toxicidad y es 200 veces más dulce que el azúcar. Todo lo que ofrecen los cagatintas que están al frente de un dietética se embanderan con el mismo discurso: "Está edulcorado con stevia".
Lo que me pregunto es para quiénes se sigue librando la batalla en pos del gusto "original" que destierra el sabor metálico. ¿Para las nuevas generaciones? Después de 20 años de practicar la diabetes y comulgar cada día con insulina, los sabores "originales" son para mí el aspartamo, el ciclamato y la sacarina. Cuando salió la Coca Zero, promocionada como de igual sabor que la común, me pareció asquerosa, prefiero toda la vida la Coca Light y creo que aún añoro la Tab. Entonces, ¿a qué joder tanto con esa "originalidad" del sabor? ¿Los tipos que hacen estas cosas nunca se psicoanalizaron? ¿No saben que los orígenes son siempre oscuros y, por lo general, están perdidos?
Además, las galletitas y todo lo que toca la stevia tiene el mismo sabor, por lo que el concepto de originalidad se ha trocado en algo bastante perverso. Nuevamente el psicoanálisis: los deseos cumplidos se vuelven siniestros.
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