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lunes, 1 de junio de 2015

la ciudad revelada

En 1970 la Editorial Biblioteca –de la biblioteca Constancio C. Vigil que luego la última dictadura saqueó, desmanteló y cerró– publicó “Rosario, esa ciudad”, un volumen de fotografías de Rosario que reunían unas cien imágenes de la urbe tomadas por unos diez fotógrafos coordinados por Carlos Saldi –célebre ya por sus imágenes del Rosariazo (1969). Con textos de Jorge Riestra, Rafael Ielpi y Rodolfo Vinacua, el volumen un documento exquisito de su contemporaneidad: no sólo retrataba las calles y los rincones de Rosario, hacía también visible el recorte que escogían los fotógrafos.
Escribía Vinacua en el primer texto de ese tomo: “Este libro intenta, pues, una peculiar experiencia. Como en un espejo dispuesto a burlarse de las imágenes que le proponen, el rostro reflejado podrá parecer a veces uno muy distinto del que se espera. En tal caso, el azorado experimentador deberá aguzar su mirada; posiblemente entonces el espejo recomponga perfiles no percibidos hasta ese momento, sugiera distancias y perspectivas singulares, acuse alturas y colores antes inadvertidos. A partir de ese instante, es probable que el transeúnte de estas páginas comience a sentir que dos ciudades se van superponiendo: su ciudad, la que sus ojos esperan, y esa otra que el espejo, insistente, devuelve”.
Las imágenes como experiencia y lo inesperado de esas imágenes –en las que Rosario rara vez resultaba un paisaje de postal, sino más bien lo contrario– es, como señala Vinacua, acaso lo central de “Rosario, esa ciudad”.

En 2010, el equipo de la editorial Municipal –Oscar Taborda, Daniel García Helder y Juan Manuel Alonso–, convocaron a fotógrafos profesionales y aficionados de la ciudad a un concurso del que seleccionarían 101 fotografías para el libro “Rosario, esta ciudad”, que reeditó de algún modo el tomo de la Vigil y, por decirlo de algún modo, actualizó su “experiencia” –para usar el término de Vinacua–: ya no se trataba de las imágenes que los fotógrafos devolvían de Rosario, sino de su percepción. Como lectores, en 40 años pasábamos de la experiencia del “transeúnte” –que busca reconocerse en esas tomas de su ciudad–, a la experiencia estética: una urbe que en la última década se había transformado decisivamente, se buscaba en la distorsión, en el experimento antes que la experiencia.
Este viernes en CEC Vinilo Café (Paseo de las Artes y el río), la Editorial Municipal presenta el segundo volumen de “Rosario, estaciudad” una secuencia de 101 fotografías de Rosario, seleccionadas también a través de una convocatoria que no estipulaba en sus bases ningún tema específico, género ni formato. “Podían concursar, bajo pseudónimo –dice el prólogo–, fotógrafos profesionales, aficionados y eventuales, sin restricciones de edad ni lugar de nacimiento, con la única condición de acreditar residencia en esta ciudad. Cada participante debía presentar entre una y diez fotos color o blanco y negro, realizadas con cualquier procedimiento técnico, ya fuese digital o analógico”.
"Macro", de Diego Lema.

Y continúa la introducción a este nuevo tomo: “La clave del objeto fotográfico se adelantaba en el nombre del concurso y se definía someramente en el artículo tercero de las bases, donde se hablaba de imágenes que capten de algún modo aspectos particulares o generales de Rosario, quedando sobreentendido que debían ser fotos actuales, de los últimos años. La recepción de los materiales estuvo abierta del lunes 16 de marzo al viernes 10 de abril de 2015, menos de un mes. Se inscribieron 183 concursantes con un total de 1.634 fotos. Al día siguiente del cierre de la convocatoria, el jurado técnico integrado por el artista plástico Daniel García y las fotógrafas GabrielaMuzzio y Gisela Volá se reunió en la sede de la Editorial Municipal, que actualmente queda en el Planetario Luis C. Carballo del Parque Urquiza, y en una sesión que se extendió de las diez de la mañana a las nueve de la noche eligió las 101 imágenes que componen el libro y que resultaron ser de 58 autores”.
"Colectivo", de Matías Sorribas.

Como el primero de la serie –el de 2010–, este nuevo volumen de “Rosario, esta ciudad” “reconoce su deuda con «Rosario, esa ciudad», el libro fotográfico que editara en 1970 el Departamento de Publicaciones de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil”, dicen desde la EMR y destacan: “«Rosario, esta ciudad» 1 y 2 comparten con el libro clásico de la Vigil el propósito de una captación fotográfica de la ciudad que no se limite al centro, los bulevares, las barrancas, los monumentos y el paisaje ribereño, su costado más histórico, transitado y convencionalmente fotogénico, sino que abarque también los paisajes y barrios del norte, el oeste y el sur, que también hacen a la imagen total de Rosario. En las actuales condiciones técnicas y económicas, la hiperdifundida práctica fotográfica permite substituir el equipo de profesionales por una fracción de la comunidad constituida por los casi doscientos participantes del concurso. La diversidad de las elecciones estéticas y de objetos fotografiables de los 58 ganadores del concurso sugiere la posibilidad de establecer una imagen colectiva más amplia y significativa de esta ciudad”.
"Teléfonos", de Mica Pertuzzo.
"Pescadería", de Juan González del Cerro.

La foto de tapa de “Rosario, esta ciudad” 2 ya es un indicio de lo que esta nueva serie de fotografías de Rosario propone: el fotógrafo eligió centrar el objetivo de su cámara en una planta que parece irrumpir en el espacio urbano, espacio de una urbe que de la que tenemos noticia por los autos estacionados pero que está de espaldas a la cámara, porque el pequeño horizonte que se vislumbra es el de la barranca contra el río, como si la fotografía viniese a esconder lo que su objeto no alcanza a revelar.
Con este nuevo volumen la EMR reafirma un camino que se trazó con una coherencia y precisión ejemplares –siempre con el aval de concursos y jurados destacados promovió los primeros tomos de narradores, poetas y fotógrafos de la ciudad y, a través de editores competentes rescató los clásicos de Rosario en tomos magistrales–, capaz de reconfigurar la urbe a través de su lectura.

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