Con los resultados de las primarias del domingo último en
mano, Martín Rodríguez –quien se define un “sociólogo ilegal”– señaló en un
artículo publicado en la revista
digital Panamá que la oposición al macrismo se parece mucho a lo que fue la
oposición al kirchnerismo hace cinco años.
Más allá de los números, el electorado refrendó al gobierno
nacional. Valen todas las consideraciones: desde la nacionalización de la
campaña –como si los comicios, como decía
un tuitero, no fueran siempre presidenciales– hasta el fuerte respaldo que
recibió Cristina Fernández de Kirchner en Buenos Aires luego de dos años
intensos de demonización de su figura. Pero el oficialismo se impuso en la
mayoría de las provincias, vapuleó a los gobernadores y, con un desaparecido en
plena campaña y un candidato que hubo que esconder en el último tramo de la
carrera electoral en Buenos Aires, empardó con el kirchnerismo.
Ahora falta que estos resultados se confirmen en las
elecciones generales de octubre.
“El pueblo argentino –analiza Martín Rodríguez– les votó
hegemonía, su 1985-1993-2005, y por ende les otorgó la capacidad potencial de
realizar verdaderas transformaciones y a la vez intentando poner voluntad en su
debilidad política aparente, en esa suerte de ‘gobierno sin relato’ al que el
anti macrismo con la potencia simbólica del progresismo relata más. A efectos
de su micro-segmentación, el macrismo parece narrado centralmente más por sus
otros. Pero ya no será la minoría o el ‘accidente’ histórico (del que hablaba
Carlos Pagni) el subterfugio para su inacción. Se asistirá probablemente a una
concentración del poder inédita en la historia argentina: nunca antes el poder
de los votos, del Estado y de la Clase habían estado reunidas en torno al mismo
grupo de personas. Único partido nacional, la transición del PRO al PAN. La
chilenización social y política de la Argentina. ¿Qué hará el gobierno con tamaño
poder? ¿Mantener el ‘gradualismo’ hasta lo que se pueda, por aquello de ‘equipo
que gana no se toca’? ¿O empezar su verdadero gobierno, el de Mauricio Macri,
el de las ‘reformas estructurales’? ¿Ha terminado ya la transición desde el
populismo?”
—Me parece que el sistema condenatorio del 2001 fue
generalizado y en todo caso marc´ço a alguna gente con precisión. Los efectos
del 2001 sobre los políticos se fueron apagando. No te olvides que (Raúl)
Alfonsín fue despedido por una multitud y había sufrido antes escraches.
Supongo que no es lo mismo para (Fernando) de la Rúa, (Domingo) Cavallo y
algunos más. Pero ya que me nombrás a dos personas agregaría que estoy
convencido de que a Sturzenegger un porcentaje altísimo de personas no sabe ni
quién es, y Patricia Bullrich me parece que ha venido reciclándose en
experiencias, se asoció en un momento a Elisa Carrió y viste que Lilita
funciona medio como una lavadora de conciencias y también me parece que la
Bullrich en su enfrentamiento con (Hugo) Moyano había generado algo, ¿no? Por
decirlo así, es como que se enfrentó a la mafia.
—Pasaron casi diez años hasta que el menemismo encontró su
oposición, lo mismo sucedió con el kirchnerismo. Los resultados de estas Paso ¿señalan
que el macrismo aún no encontró su oposición?
—En democracia la estructura oficialismo-oposición no hace
falta crearla, ya existe. El macrismo fue creado de algún modo en espejo con el
kirchnerismo. Nació en la ciudad de Buenos Aires y enseguida fuhncionó como
contraste. De modo que ya tiene el macrismo una oposición que es el
kirchnerismo, la pregunta es si esa oposición va a ser eficaz o termina en un
juego empatado. Y los empates le sirven al oficialismo. Y, ya que estamos, el
menemismo como el kirchnerismo fueron proyectos que tuvieron una gran primavera
económica y la eficacia opositora fue como acumulándose a partir del deterioro
de sus modelos económicos y el desgaste político. Aparentemente hasta ahora el
macrismo no tiene una oposición demasiado eficaz y además tiene una novedad y
es que se presta mucho a negociar.
—En otro análisis tuyo señalabas que parece que es el antimacrismo
el que define al macrismo. ¿Qué te parece que se define del macrismo tras estas
primarias?
—Con respecto a lo del antimacrismo un amigo mío decía: “Me
preparé toda la vida para ser opositor a Macri”. Lo que quería decir es que hay
un antimacrismo que se fue fogueando en la ciudad, con los años y que coloca en
Macri casi un sistema de prejuicios. Dicho llanamente: el tipo encarna el
empresariado argentino subsidiado, la clase alta, el gestionalismo de los 90 y
hasta cierta reivindicación de fondo de la dictadura; y supone que Macri no es
tan habilidoso para desmarcarse de esos prejuicios, sobre todo los que más lo
lastiman que tienen que ver con la cuestión de clase. Por eso decía que el
antimacrismo es anterior al macrismo porque todo un sector muy potente en el
modo de influenciar y articular su palabra en la escena pública como el
progresismo estaba esperándolo de algún modo con la servilleta puesta.
“Los resultados electorales de este domingo –analiza
Martínez junto con Pablo Touzon en una nota titulada nada más y menos que ‘Nagazaki’– revelan un fracaso del
espacio opositor argentino. Porque perdieron (perdimos) políticamente todos.
Todos los peronismos (…) Y también las ‘socialdemocracias’ realmente
existentes, manifestadas en el derrumbe del socialismo santafesino y de la
candidatura de Martín Lousteau. Incluso la izquierda trotskista permaneció
lejos del crecimiento que esperaba. Todos lejos de sus expectativas.”
Pero además, al
analizar el film “La cordillera”, de Santiago Mitre, estrenado hace una
semana en Rosario, Rodríguez se refiere al hombre común que llega a la
presidencia y encarna Ricardo Darín. Escribe: “No hay nada de común en esos
hombres. Pero esta caracterización que Mitre talla, que carecen de rastros
visibles de las identidades políticas (no hay peronismos, radicalismos,
izquierdas), es también un efecto de sordidez: el desnudo neutro de la política
de las cosas con su drama intimista. Queremos decir: en este deliberado vaciado
de apariencias que hace Mitre no leemos su propuesta de cómo debe ser la
política, sino la forma de un extrañamiento cuando esa política se desnuda.
¿Qué queda si se despojan todas sus capas de relatos, identidades, tradiciones?
El espejo con Macri funciona, pese a que es de rigor su forzamiento. Hay algo
en la caracterización de Darín, en los ojos celestes, en el entrecerrar de esos
ojos, en la gestualidad distante, en su incapacidad de épica…”.
El macrismo, en el análisis de Rodríguez, se bautizó como
oficialismo en estas Paso y recuenta sus logros: en Buenos Aires “compitió
virtualmente sin candidato contra las dos veces presidenta y tantas veces
ganadora en el distrito Cristina Fernández de Kirchner. Un kirchnerismo en
versión pura también, ciudadana, pero que puede afirmar al menos su presencia
electoral en algunos de los principales distritos del país (empatador en PBA,
ganador en Santa Fe, perdedor en Santa Cruz, CABA y Córdoba) y una idea de
unidad política, más de lo que pueden jactarse tanto el PJ como el FR. El quid
de la cuestión remite a que tras el Peronexit, el kirchnerismo ya no parece
poder sintetizarse con otros. Como dicen las barras de fútbol: ‘no hacen
amistad’. Lo demuestra el hecho que de haber competido con Randazzo dentro del
marco de las PASO, hoy podría contar con sus votos como suyos ‘automáticamente’.
Prefirió no hacerlo, y con eso liquidar hasta la ficción de una ‘casa común’ en
donde poder resolver y procesar una oferta de poder real para el 2019, cuanto
menos. Al final, a la oposición le faltó política”.
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