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martes, 17 de octubre de 2017

nada distinto de lo esperado (alejandro horowicz)

Preguntarle a Alejandro Horowicz por lo político es inquirir por la economía, en su definición la democracia, como teatro de lo político, está lejos de ser un mecanismo que regula simplemente las elecciones. En esta entrevista, que realizaron dos periodistas del programa La Mar en Coche (en la porteña FM La Tribu), Horowicz describe a Macri como una especie de político pero también de holograma: no se trata de su figura sino de la dinámica política la que lo coloca ahí.
—¿Qué se juega en las elecciones del 22 de octubre?
—Nada. Podrían jugarse muchas cosas, pero en rigor de verdad no se juega nada que no esté previsto de antemano. Y esta previsión tiene que ver con que el centro de la política argentina es Mauricio Macri. Si uno mira el gobierno nacional, más allá de lo que uno piense del gobierno nacional, no se le puede escapar que el gobierno a sus términos y en su anticipado planteo, hace exactamente lo que se esperaba que hiciera: no hace nada distinto de lo esperado. Matíz más o menos, no estoy diciendo que son particularmente hábiles para hacer lo que hace, pero incluso esta falta de habilidad le es permitida por la naturaleza de la oposición política que, en rigor, es un conjunto de declaraciones, porque no existe. El peronismo, que sería en abstractos términos la fuerza opositora, carece de dirección nacional, por lo tanto no sólo no se opone; basta mirar que Mauricio Macri desde el primer día en que asume la presidencia hasta hoy, esta minoría parlamentaria, sin que esta minoría, entre comillas, numéricamente abrumadora por ejemplo en el Senado le impida absolutamente nada. La idea de una oposición política cuyo liberalismo es tan vacuo que sólo se reduce a votar cada dos años muestra hasta qué punto esta carencia de oposición real tiene un desenganche con una oposición que resiste las distintas políticas del gobierno desde la calle. Pero entre la oposición que resiste desde la calle y la que podría resistir parlamentariamente no existe ninguna relación. En la medida en que estos son los términos, no se juega electoralmente nada que no se haya jugado previamente y podría decir muy suelto de cuerpo que lo único que vamos a ver es el recuento globular con que el gobierno cuenta a modo de respaldo.
—Hay una visión según la cual el peronismo, cuando gobierna, se concentra y, cuando no, se dispersa. ¿Esta falta de dirección nacional del peronismo es un elemento novedoso o ha sucedido antes?
—Esto ha sucedido en otros momentos históricos, en el segundo peronismo, o en el momento en que perón estaba en el exilio, la dirección de Perón era nominal y llegó un momento en el que era explícitamente un enfrentamiento (basta recordar el enfrentamiento entre Vandor y Perón en el 65, en las elecciones en Mendoza, por ejemplo, y basta recordar que esa misma dirección sindical, ya muerto Vandor, no tenía el menor interés en que Perón volviera a la Argentina, y por eso surge el tercer peronismo, el de la juventud, porque Perón no dirige realmente a los sindicatos y la dirección política de los sindicatos no tiene el menor interés en que Perón vuelva); pero la idea de homologar esto a esa situación no es una buena idea. Porque si bien este elemento que marcabas, el de la dispersión, existe y es real, las condiciones son tan distintas que no estamos planteando nada parecido. Lo que aquí se ve es un proceso de descomposición política a ojos vista.
—El programa que está desarrollando Macri que vos calificaste como previsible, ¿cómo lo podríamos caracterizar al nivel de modificaciones más complejas que se dan a nivel global?
—Es el programa que el partido del estado tiene para los partidos de gobierno en la sociedad argentina, y es el programa que la “bancocracia globalizada” tiene para el conjunto de las sociedades. Pero si uno lo lee en el orden inverso al que lo planteé, de la bancocracia a la Argentina, uno olvida un detalle central: este programa, que es el que el ingeniero Mondelli planteó en 1975 y que José Alfredo Martínez de Hoz desarrolló durante la dictadura burguesa-terrorista, y que tuvo continuidad hasta la explosión del 2001, ese programa es una decisión autónoma del bloque de clase dominante de la Argentina y no una inducción obligada del mercado mundial. Es cierto que se alinea con las tendencias del mercado mundial, pero se alinea en la medida de esta decisión política.
—Mucho antes del gobierno de Macri advertías sobre una municipalización de la visión política de los gobernantes argentinos. ¿Cómo se toman decisiones macropolíticas en un gobierno que tiene una visión municipalista?
—No se toman, las toma el automatismo de la lógica del mercado mundial. Si yo resuelvo cuál tiene que ser la paridad cambiaria, si resuelvo cuáles son mis instrumentos impositivos y digo que entre esos instrumentos las exportaciones agropecuarias no deben pagar impuestos, básicamente lo que estoy diciendo es que el equilibrio fiscal sólo puede hacerse como se está haciendo. Y como el equilibrio fiscal que se está haciendo y por cómo se está haciendo, es resistido y, aún sin ser resistido sería insuficiente, se trata de una especie de recorte perpetuo que, en última instancia, la diferencia se paga con deuda y esa deuda es la que garantiza la política general y la rentabilidad del sistema. Las clases dominantes de Argentina están ganado muchísimo dinero con Macri. Saquear un país es un negocio enormemente rentable.
—Por un lado califica a la oposición como que carece de mediación entre la resistencia callejera y la acción parlamentaria, electoral. Y por otro lado, el gobierno de la nación tiene un proyecto que es una decisión autónoma de las clases dominantes que produce automatismos encolumnados con las tendencias del mercado mundial, ¿ni uno ni otro hacen política?
—¡No, el gobierno nacional claro que hace política! El gobierno nacional ejerce el monopolio de la política. La única política que sucede es la que Macri plantea, los otros hacen rulos en eso. Tiremos un detalle lateral para que esto suene menos abstracto: hay un acuerdo entre la CGT y el gobierno nacional en materia de salud pública. Conviene recordar que los acuerdos entre el gobierno nacional y el movimiento obrero en materia de salud pública fueron intentados en principio por Raúl Alfonsín, y sin embargo no logró Alfonsín ningún acuerdo en esta dirección, lo que logró fueron paros generales. Ahora, ¿qué cambió para que esto sea así? Simplemente el manejo de la caja. Lo que se está planteando es: yo te dejo manejar esta caja si me permitís reducir el gasto en salud pública, y un conjunto de garantías de salud que la sociedad argentina en distintas proporciones –porque no es lo mismo el equipamiento de un hospital en Trenque Lauquen que en Villa Adelina, o en Villa Adelina que en Capital Federal, en el barrio de Palermo, todos son hospitales públicos, pero no están equipados del mismo modo ni tienen la misma planta médica ni las mismas posibilidades. Transformar esto en un negocio capitalizado donde cada uno tiene derecho a gastar cierto dinero y lo demás lo debe pagar de su bolsillo no es una pequeña operación y contar con el respaldo de la CGT para esto es garantizar que aquellos que enfrenten este proyecto vayan solos.
—Y ¿ante esta clase alta que gobierna para sí misma, qué es lo que el macrismo ofrece al resto de la sociedad, en qué se basa su gobernabilidad?
—Hay un valor compartido que el macrismo tiene incluso con aquellos que no votan a Macri y es que el “propioculismo” es el centro mismo de cualquier cosa: me conviene o no me conviene, ahora, el “me conviene” es lo que alucino que me conviene y no es mi clase de pertenencia sino mi clase de referencia. Que alguien que tiene diez mil hectáreas en la pampa húmeda defienda que no se paguen impuestos a las exportaciones agrarias suena muy razonable, está defendiendo su plata. Pero que alguien que no tiene una maceta haga lo mismo es otra cosa.
—¿Cómo entraría en lo que estás describiendo un par de cosas que son preocupantes: la primera, lo que llamamos la resistencia en la calle sin mediación parlamentaria y, por otro lado, el aspecto represivo del gobierno de Macri que, como en el caso de Santiago Maldonado, empieza a dividir a la sociedad en términos muy complejos, en el sentido de que hay una parte de la sociedad que relativiza el contenido político histórico de esta represión?
—La vieja tesis que siempre enuncié, según la cual no es posible gobernar, más allá de cuáles sean los instrumentos, si la compacta mayoría se opone, se demuestra una vez más. No hubo golpe de estado en el 76 en el que la mayoría aterrada miraba a una minoría aterrante. Hubo un respaldo activo de una sociedad aterrada, toda la sociedad estaba aterrada, incluso los que la aterraban. Esta es la característica del terror: el sujeto se vuelve objeto del terror y la distinción allí es sencillamente operativa. Ahora bien, cuando nosotros estamos planteando hoy la situación de Maldonado estamos viendo cómo el gobierno intenta, desde las presuposiciones de “a mí me importa nada” instalar el tema. Al principio parece que lo logra, pero una movilización gigantesca detiene esto. Ahora, no se puede producir una movilización gigantesca todo el tiempo salvo que se proponga derrocar al gobierno, y ese es un programa que no tiene nadie en la sociedad argentina, no porque el gobierno de Macri sea fuerte, sino porque está la fuerza del orden establecido que el gobierno de Macri resuelve y representa.
—¿Cuál es el proceso por el cual Macri se transformó en el centro de la política? Porque esto sí es algo bastante inesperado.
—Porque la política no depende de la figura. Si nosotros creemos en el líder carismático vamos a tener siempre problemas. No hay dudas de que ciertos dirigentes tienen ciertas aptitudes que otro no. Nadie le va a atribuir a Macri el carácter del carisma, es algo “weberianamente” excesivo, pero vamos a admitir que el poder del presidente de la república, más allá de sus habilidades discursivas, más allá de su capacidad enunciativa y más allá de su comprensión real de los fenómenos que enfrenta, existe, el gobierno de Macri gobierna. Ahora bien, para que el gobierno de Macri pueda no gobernar hay que enfrentarlo y no existe la menor resolución de tal cosa, basta escuchar al senador Pichetto para entender de qué va. Porque no es que Pichetto dice la de Pichetto, sino que dice lo que la política plantea como tal, ese es el métier de la política, la gobernabilidad, la visión municipal de la política no es otra cosa que la ejecución de las tareas administrativas y punto. En última instancia se trata de que la ruleta municipal me toque, y si la ruleta municipal me toca soy candidato a gobernador y si no, no me toca, y sigo en la ruleta. Si soy candidato a gobernador me postulo y tengo chance entre los candidatos presidenciales, y ciertas intendencias admiten ese recorrido directo. Esa es la situación de la política argentina, no estamos discutiendo proyectos políticos. La sociedad argentina no discute proyectos desde hace décadas.
—¿Y cómo ves el futuro después de las elecciones? ¿Una parte del peronismo tiene como jefe a Macri?

—Yo creo que la política argentina tiene como jefe a Macri, y creo que las referencialidades políticas se organizan a partir de esa jerarquía: apoyo a Macri, resisto discursivamente a Macri y me diferencio discursivamente de Macri. Eso es todo.

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