En el tubo: "That's one small step for man, one giant leap for mankind".
Estaba en Buenos Aires, con mi hijo Vicente, con sus amigos Máximo y Santos, con Silvio (padre de Máximo y Nacho –que viajó con los de 9 en otro ómnibus– y amigo), en medio de una populosa comitiva que acompañaba a los niños a un intercambio futbolesco en un club de Escobar y a visitar las canchas de River y Boca, cuando un correo electrónico emitido por las Breaking News de la NPR me informó que Neil Armstrong, primer hombre en pisar la luna, había muerto a los 82 años.
Hace 43 años (la edad de Silvio), cuando Armstrong pisó la luna y yo tenía casi la edad de Vicente, mi padre me señalaba el cielo, en el porche de la casa de Paysandú, y me enseñaba unos puntos incandescentes que parecían estrellas móviles, son los astronautas, es el Apolo 11, me decía. Y yo soñaba con atravesar ese océano espacial y pisar la blanca luna con los livianos mocasines de gamuza que usaba entonces.
¡Cuántas cosas nacieron contigo, comandante, y qué triste tu partida! Ya nos veremos en el lado oscuro de la luna.
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