Un fantasma recorre América y Europa. Es el fantasma de una
nueva derecha para la que el término fascismo suena como el más simpático de
los sustantivos.
Desarrollada en el mundo virtual a través del discurso del
odio en foros y redes sociales, donde los jóvenes desencantados de Estados
Unidos y Europa también se mofaban de la inoperancia del “establishment” para
ofrecerles un futuro laboral; gestada y guiada también por jóvenes que no se
parecen en nada a los dinosaurios conservadores que hace una década atrás
espantaban votantes son su xenofobia desencajada, y plasmada en el triunfo de
Donald Trump como presidente de la primera potencia mundial, la nueva derecha
debe también su ascenso a la inoperancia del progresismo en declive.
La futura presidencia de Holanda y Francia quedará en manos
–según los pronósticos más “alentadores”– de algún tipo de ultraderecha como la
de Marine LePen. El progresismo que alentó la Unión Europea fue incapaz de
generar una política económica ajena al dogma neoliberal de la austeridad, lo
que dejó a casi una generación al margen del trabajo digno o, directamente, del
trabajo.
Esta nueva derecha tiene líderes carismáticos, mediáticos,
inteligentes e, incluso, un “peligroso marica” (“dangerous faggot” se hace
llamar Milo Yiannopoulos,
quien desarrolló una feroz campaña antifeminista y a favor de las políticas más
radicalizadas de Trump desde YouTube). Según un exhaustivo perfil trazado por
Marcos Reguera en
Ctxt.es, esta dirigencia usa los moldes de la izquierda para reinventar su
discurso, apela a los conceptos marxistas con los que la Escuela de Frankfurt
–Theodor Adorno, Max Horkheimer– criticó al fascismo y no pocas veces apela a
los nombres de Karl Marx o Lenin para referirse a la revolución que se traen entre
manos.
La llegada de Steve
Bannon al Consejo de Seguridad de la administración Trump –por primera vez
un asesor presidencial accede a esa posición, que le permite conocer e
intervenir en cuestiones de la política interior y exterior estadounidenses– es
ya un emblema. Bannon dirige el diario de ultra derecha “Breitbart News“, acusado de difundir
noticias falsas durante la campaña de Trump –de la que Bannon era director– del
estilo: “¿Preferiría que su hija padeciera feminismo o cáncer?”, del 19 de
febrero de 2016.
Esta nueva derecha estadounidense se hace llamar Alt Right,
derivación de “alternative right” (derecha alternativa), término acuñado por Richard Spencer (38
años), un muchacho graduado en Literatura en la universidad de Virginia con una
tesis sobre la música de Richard Wagner y la obra de Theodor Adorno.
Spencer retratado en Rolling Stone. Foto de Tim Goessman.
En esta entrevista, publicada el 12 de febrero pasado en la
publicación de derecha francesa EuropeMaxima
y reproducida en el portal que dirige Spencer (Radix
Journal), el ideólogo repasa la marcha del movimiento, desde Donald Trump,
la identidad –eufemismo con el que se refiere a la supremacía blanca–, la
geopolítica, el Islam y otros temas.
—¿Podrías presentarte a
ti mismo y al Instituto de Política Nacional?
—El Instituto de Política Nacional (National Policy Institute)
es un laboratorio de ideas independiente sin fines de lucro y dedicado al
patrimonio, la identidad y el futuro de las personas de ascendencia europea en
los Estados Unidos y en todo el mundo. Soy el presidente y director del
Instituto de Política Nacional y de Washington Summit Publishers. También soy
el fundador y editor de Radix Journal,
y un co-fundador de la recién lanzada AltRight.com.
—Donald Trump
finalmente se convirtió en presidente de Estados Unidos ¿Qué espera de él en
términos de política interior y exterior?
Para mí, Trump es más importante como un símbolo del tipo de
energías que ha desatado en lugar de sus políticas reales. Él, por ejemplo,
recientemente nombró a un protestante anglosajón, Neil Gorsuch, para la Corte
Suprema. En la práctica, las decisiones de Gorsuch probablemente adherirán al
examen del Derecho Constitucional. Simbólicamente, sin embargo, él representa los
valores fundadores de América como un estado naciente, mientras que ninguna de
las selecciones recientes han sido representativas de eso. Del mismo modo, los
comentarios de Trump, que van desde aquellos sobre una relación razonable con
Rusia a cuestionar explícitamente la inmigración, han proporcionado esperanza
para un cambio de paradigma en el futuro.
Milo Yiannopoulos.
—Usted es considerado
por los medios de comunicación como una especie de marquesina o portavoz de la
ahora famosa Alt Right, de la que sabemos que es más una nebulosa de tendencias
diferentes que un movimiento homogéneo. ¿Dónde encaja en esta nebulosa?
—Yo acuñé el término “derecha alternativa” en 2008 para
diferenciarme de los fracasos del conservadurismo estadounidense dominante, al
que veo como una forma puramente reactiva, tratando de preservar el status quo
en lugar de concentrarse en pasar los aspectos clave de nuestras tradiciones
ancestrales a las generaciones futuras. Me mencionan como la vanguardia
intelectual de este movimiento.
En la actualidad, Alt Right es, de hecho, un término paraguas
para describir a aquellos que buscan la salida de la posmodernidad liberal que
domina Estados Unidos y Europa a través de diversos medios: cultural, social y
políticamente. La diversidad actual de Alt Right es el estado natural de sus
primeras etapas de desarrollo, a medida que consolidamos nuestro mensaje y
mejoramos nuestra comunicación con colegas afines fuera de Estados Unidos.
—Varios protagonistas
de Alt Right parecen estar influenciados por la Nouvelle Droite (Nueva Derecha)
francesa y particularmente por Guillaume Faye y Alain de Benoist. Usted invitó
a este último en 2013 a hablar sobre la cuestión de la identidad. ¿Qué aprendió
de la Nouvelle Droite francesa, cree que su influencia es tan importante entre
los Alt Righters?
—La llamada Nueva Derecha Francesa ha dejado un tremendo
impacto en Alt Right, al igual que las anteriores interpretaciones de la
derecha en Europa continental: de Friedrich Nietzsche a los pensadores
conservadores revolucionarios en el período de entreguerras. Una de las razones
de esta influencia es el hecho de que Europa continental tiene una rica
tradición de intelectuales de derecha en comparación con los Estados Unidos,
que tiene, en relación con su población, pocos. Aparte de una serie de
excepciones notables, hoy en día, la derecha en los Estados Unidos comprende
neoconservadores, libertarios y paleoconservadores, que o bien no abordan
cuestiones clave de identidad o no van lo suficientemente lejos al hacerlo.
—Excepto la Nouvelle
Droite y algunos pensadores famosos como Julius Evola y Oswald Spengler, no
conocemos a los pensadores americanos que influyeron en la Alt Right. ¿Podría
nombrar algunos?
—Algunos de los pensadores notables de los últimos tiempos en
los Estados Unidos incluyen a Sam Francis, Patrick Buchanan, Murray Rothbard y Paul
Gottfried. De diversas maneras, estos pensadores criticaron la política
exterior de caos de Washington liderada por neoconservadores e
intervencionistas liberales, cuestionaron el declive de Occidente y examinaron
cuestiones de identidad.
—La “Lügenpresse” –en
alemán, “prensa mentirosa”, amarilla– te muestra como un neonazi y un
supremacista blanco, ¿te consideras un realista racial? ¿Significa esto que
quieres un “país blanco agradable” o que aceptarías vivir en un país
multicultural mientras no haya mezcla racial y cultural entre sus comunidades?
—Me considero un Identitarista. También dije repetidamente que
para avanzar debemos descartar todas las ideologías del pasado. Los defensores
del liberalismo (incluso aquellos que se describen a sí mismos como la
corriente principal de la izquierda) se refieren a cualquiera que se opone a
ellos mediante el uso de palabras clave cargadas emocionalmente, incluido el “nazi”.
Esto demuestra el poder de tales palabras para cerrar la discusión racional,
pero también el hecho de que las élites globalistas y sus partidarios hayan
estado en un estado de histeria sobre el lento cambio de paradigma hacia el
populismo centrado en la identidad, desde el Brexit y, especialmente, desde la
elección y la asunción de Trump.
Si observas las recientes protestas violentas durante la toma
de posesión de Trump o las de Berkeley, notarás que aquellos que han sido
atacados verbal y físicamente no son sólo personas como yo, con ideas audaces y
radicales, también conservadores tradicionales que usaban sombreros rojos de
apoyo a Trump. Esto significa que nuestros atacantes no hacen diferencia entre
nosotros. La naturaleza explícita de esta distinción amigo/enemigo es buena:
nuestros oponentes son hostiles e incluso violentos, lo que debería convertir a
más personas de mente abierta a nuestro mensaje.
—¿Es la raza, como
concepto, más que simple materialismo biológico para usted? ¿Cuál sería la
respuesta de la vacuidad espiritual y el nihilismo que afecta al hombre blanco
posmoderno?
—No suscribo al determinismo biológico puro. Creo que la
identidad de uno es una compleja interacción de la naturaleza y la nutrición:
del ADN a las interacciones culturales y sociales y, por supuesto, a la
geografía –el sentido del arraigo en el propio paisaje nativo.
Nuestras contrapartes europeas deben entender la singularidad
del desarrollo americano: nuestra sociedad está híperracializada porque nuestra
historia en este continente implicó esclavitud, varias oleadas de inmigración,
principalmente de Europa y, más recientemente, de otras partes del mundo,
segregación, y así. Mientras que algunas comunidades de inmigrantes antiguas como
los irlandeses tienen por cierto existencia, la mayoría de los estadounidenses
de ascendencia europea no sólo es étnicamente mezclada, sino que también se
autoidentifica como simplemente blanca. Esto es tanto su realidad en términos
de autopercepción como en términos de ser el Otro cuando se encuentran con
miembros de otros grupos.
De alguna manera, esta percepción es similar a los
estadounidenses de origen africano, hispano y otros. Sin embargo, mientras que
estos grupos minoritarios son animados a adoptar sus respectivas identidades
grupales a través de sus propias instituciones y el estímulo del Estado, como
la Acción Afirmativa en la educación, los estadounidenses de ascendencia
europea no tienen tales mecanismos. Es verdad que hasta hace poco, los blancos
americanos tenían hegemonía social y cultural y no necesitaban sus propias
organizaciones. Esto, sin embargo, ha cambiado: la combinación de demografía,
inmigración y Kulturkampf (en alemán: lucha cultural; Spencer elige el término
en medio de su conversación en inglés) ha dejado a muchos estadounidenses de
ascendencia europea con un agudo sentido de desposesión.
Spencer: "¿Querés hablar con un racista?" Imagen tomada del Southern Poverty Law Center.
—Durante un par de años
en Francia, algunas personas como Laurent Ozon crearon el concepto o neologismo
“Remigración”: es el regreso de los franceses no blancos a sus países de origen
de una manera pacífica gracias a las concordancias bilaterales estatales, por
ejemplo. ¿Cree usted que algo similar podría lograrse algún día en los Estados
Unidos?
—La Alt Right está en las etapas iniciales de desarrollo
político. Debemos utilizar nuestro tiempo sabiamente en lugar de morder más de
lo que podemos masticar en el bosquejo de metas políticas actualmente
insatisfechas. Dicho esto, creo que nosotros, como grupo, debemos actuar
únicamente en nuestro propio interés. Por definición, esto dejaría fuera a los
que están fuera de él. En teoría, esto podría lograrse mediante diversos medios
pacíficos y voluntarios. Así que no estoy excluyendo conceptos como la remigración
de la lista de posibilidades.
—¿Cuál es tu opinión
sobre el Islam?
—En las mejores circunstancias, los dos podríamos vivir y
dejar vivir. Enmarcar la cuestión de la inmigración –o la migración masiva–
hacia Europa y los Estados Unidos en la línea del Islam es incorrecta. El Islam
se practica en diferentes regiones del mundo: los musulmanes indonesios son
distintos de los del Líbano y los de Nigeria. Arabia Saudita practica la horrible
decapitación, mientras que los musulmanes tártaros entre los rusos son en gran
parte adherentes seculares a la cultura genérica ruso-europea. Por lo tanto,
esta cuestión no sólo debe ser enmarcada en las líneas de la religión, sino
también en las líneas de la etnicidad, la cultura y la geografía.
Dicho esto, con algunas excepciones históricas de comunidades
minoritarias indígenas, la migración islámica a gran escala no tiene lugar en
Europa. Al mismo tiempo, Washington y sus aliados europeos deben detener el
caos y la destrucción que han causado en Oriente Medio, África del Norte y Asia
Central, creando un flujo aparentemente interminable de refugiados de guerra y
migrantes económicos, lo que incluye graves elementos criminales e incluso
terroristas. Me sorprende que cuando se discute la cuestión de los refugiados,
prácticamente nadie –ni siquiera los autodenominados activistas de izquierda
contra la guerra– menciona que la mejor solución, después de dejar de ayudar a
los llamados “rebeldes moderados” y ayudar en la lucha contra el terrorismo
global, es el reasentamiento de los refugiados y, tal vez, la ayuda a la
reconstrucción en sus propias tierras ancestrales, no en Europa o los EE.UU.
Pero entonces uno se pregunta si alguna vez será “vivir y
dejar vivir” con el Islam, y no “vivir y dejar morir”.
Con frecuencia olfateé los “debates del Islam” de los años
2000. Por un lado, los liberales (incluyendo George W. Bush) afirmaban que el
Islam era una “religión de paz”; del otro lado, los partidarios conservadores
de Bush y la Guerra contra el Terror afirmaron que el Islam era una religión
maniática empeñada en instalar la Ley de la Sharia en Oklahoma, razón por la
cual debíamos involucrarnos en guerras interminables por la democracia en Medio
Oriente.
Huelga decir que los dos lados están equivocados y desorientados.
Pero, aunque odio admitirlo, porque me opuse tan vehementemente a la guerra de
Irak, el lado conservador contiene un núcleo de verdad. El Islam –en su pleno
florecimiento, por ejemplo, el Islam wahabí o salafista; el Islam como
ideología política– no es una denominación pacífica como el metodismo o religiones
como el budismo. El Islam es una bandera negra. Es una ideología expansiva,
dominadora, que se dirige contra Europa. De esta manera, el Islam da a los no
europeos un espíritu de lucha y los integra en algo mucho mayor que ellos
mismos. El Islam es una “civilización” en el sentido de Huntington (se refiere
a la teoría conocida como “Choque de
civilizaciones”, de Samuel Huntington), y un grave peligro para los pueblos
europeos.
—Las tensiones raciales
y culturales están creciendo cada vez más en nuestros países, junto con un
desaliento general, la desconfianza hacia la élite política y de los medios y
el auge del populismo. Según ustedes, ¿es debido a una crisis económica y
social, una crisis política, una crisis de identidad, una crisis de sentido o todo
junto?
—La crisis actual en Occidente tiene múltiples causas, inmediatas
y profundas. Lo primero es obvio: el estado de bienestar y el de guerra crea
crisis en el extranjero, aceptando los resultados de esas crisis –migrantes y
refugiados– en el hogar, mientras beneficia a las élites globalistas con
intereses capitalistas transnacionales. Este ciclo perpetuo ocurre en el
contexto de la degeneración moral y cultural: de la cultura del entretenimiento
a la “tolerancia” suicida. Incluso si fuera posible en ciertos casos, los
refugiados no pueden ser asimilados porque no hay una cultura viable para asimilarlos.
Los resultados son horribles.
Sin embargo, muchos de nuestros críticos simplemente quieren
retroceder el reloj a la época de hace tres o cuatro décadas, cuando las cosas
parecían razonablemente “bien”, sin hacer preguntas difíciles ni fundamentales.
Esto está mal. Después de todo, fue ese tiempo aparentemente cómodo el que nos
puso en la trayectoria que nos llevó a donde estamos ahora.
Otros rastrean la decadencia de Occidente hacia la era de la
Ilustración que engendró las ideologías de la modernidad; otros incluso hasta
el origen del cristianismo; mientras que pensadores como Heidegger se remontan
a la antigua Grecia y el sentido del Ser.
Así que esta vez debemos hacernos estas preguntas difíciles
que comienzan con “¿Quiénes somos?” Y “¿Cuál es nuestro lugar en la historia?”
En el video Spencer dice, entre otras cosas, que los blancos no están para oprimir a otras razas, sino que las otras razas necesitan de los blancos. También, que no deben tomar valores morales de otras "criaturas" que ni siquiera poseen la talla moral de los blancos.
—¿Cree que los
conceptos de izquierda y derecha siguen siendo válidos?
—Por un lado, el espectro político al que todos están
acostumbrados está en gran medida anticuado. Después del colapso del comunismo,
el liberalismo se convirtió en la única ideología en pie de la modernidad con
aspiraciones globales, en la que tanto la corriente principal como la derecha
representan dos versiones cosméticamente diferentes de una misma trayectoria
fundamental. Por eso, por ejemplo, se ven muchos Identitaristas que se
describirían a sí mismos como de derecha con un gran interés en el medio
ambiente y la conservación, es decir, asuntos tradicionalmente asociados con
los “verdes” izquierdistas, o se suscriben a una política exterior
antiintervencionista, otra postura de “izquierda”.
Al mismo tiempo, en un sentido semántico algo abstracto,
podemos hablar de una Izquierda y una Derecha eternas, donde la primera concierne
a un movimiento horizontal, la destrucción de las normas existentes, la
descentralización; mientras que la segunda es sobre la eternidad, el movimiento
vertical, la centralización, la consolidación, espíritu creativo y
monumentalidad. Estas formas semánticas son cíclicas.
—¿Cuál es su opinión
sobre Europa tanto como civilización como la estructura política y económica
que nombra a la Unión Europea?
—Si nos fijamos en los mapas de, por ejemplo, el Santo Imperio
Romano en el pasado y hoy la Unión Europea, hay en parte una superposición. Lo
que esto demuestra es que hay una vasta entidad espiritual, geográfica y etnocultural
a la que podríamos referirnos como Gran Europa. Sin embargo, la forma de esta
entidad se ha llenado con diferentes contenidos a lo largo de la historia. Hoy,
la Unión Europea es un símbolo de todo lo que está mal: de su burocracia masiva
a sus políticas culturalmente destructivas. Lo que esto significa es que la
forma tiene que estar llena de contenido correcto en línea con las verdaderas
identidades y tradiciones europeas.
He expresado escepticismo del “Brexit”, así como
de todas las formas de nacionalismo étnico, es decir, nacionalismos que ven a
otros países europeos como “el otro”. Ya sea que nos guste o no, las líneas de
falla del siglo 21 y más allá son raciales y civilizacionales. Debemos abordar
las cuestiones y las crisis en este nivel. En este sentido, debemos pensar y
actuar racionalmente. Queda por ver cómo se expresaría exactamente este espíritu
de la Identidad en términos de estructuras políticas.
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