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domingo, 14 de agosto de 2022

Casas de fuego

Para La Capital

La casa del Dragón (House of the Dragon, en el original) se estrenará en HBO el 21 de agosto. Es la precuela de Game of Thrones, cuyo primer episodio, estrenado en abril de 2011, comenzaba con un caminante blanco –un muerto vivo guiado por una voluntad superior desde el más allá del límite del territorio de los reinos de la saga– que avanzaba por un paisaje helado y concluyó, en mayo de 2019, luego de 73 episodios y 8 temporadas, con la poderosa ciudad de los reyes abrasada por el fuego de dragones. 

En esa simetría global –del hielo al fuego– también se encuadra la serie de libros de George RR Martin, Canción de hielo y fuego, en los que se basa la serie. Martin, quien estuvo involucrado en los guiones y el planteo de la saga de HBO hasta la cuarta temporada, vuelve ahora al ruedo con la precuela que promete contarnos la llegada al poder –el trono de hierro al que aludía el título de la primera serie– de la intrigante familia Targaryen, la de Daenerys, acaso uno de los personajes principales de Game of Thrones. De hecho, Daenerys es hija de un rey al que llamaban “El Demente” (Aerys Targaryen) y es ella la última de su estirpe. Para quienes no tienen empacho en acumular datos sobre una dinastía ficticia, hay en Wikipedia un mapa genealógico de esta familia de rubios cuyos nombres entorpecerían cualquier texto y confundiría al lector más despabilado.



Los acontecimientos que narra La casa del Dragón transcurren doscientos años antes de que los Lannister decapitaran a Eddard Stark, Señor del Norte, en el penúltimo episodio de la primera temporada de Game of Thrones.

Fuego político

Acaso la poderosa fantasía que evoca en el título la nueva serie el término “dragón” disipe la poderosa metáfora política con que fue leído el desarrollo de Game of Thrones hasta su final. Acá cinco puntos que merecen tenerse en cuenta a propósito de una serie que, junto con muertos vivos, seres mágicos en un bosque y tres dragones, fue también una ficción muy politizada.

Uno. El 19 de junio 2011 HBO emitió “Fire and Blood”, el último episodio de la primera temporada de Game of Thrones. El recién coronado rey Joffrey Lannister lleva a su futura esposa, Sansa Stark, a observar las cabezas de los decapitados, puestas en una pica. Entre esas cabezas está la de su padre. Joffrey, que es perverso, maligno y cobarde, le muestra a la joven las cabezas como si estuviera en una galería de arte. Hay muchas cabezas y sólo en dos o tres se reconoce el perfil de algún personaje. Pero unos meses más tarde, en 2012, se lanzan los episodios en DVD —sí, hace 10 años se veían series en DVD– y alguien, pausando la reproducción de esa escena, reconoció entre las cabezas de esas picas la del ex presidente George W. Bush (sucedido por Barack Obama en 2009). Los republicanos tomaron nota del asunto, montaron en cólera y, como señaló Sean O’Neal en el sitio AVClub, graznaron que HBO apoyaba la reelección de Barack Obama y llamaron a boicotear la tira.


Dos. El 15 de abril de 2015, en Bruselas, el líder de Podemos y hasta hace unos meses vice presidente de España, Pablo Iglesias, se saltó los protocolos y encaró al flamante rey Felipe para entregarle una copia de la serie Game of Thrones, para que “le dé las claves sobre la crisis política de España”, como declaró luego. Para entonces, Iglesias había publicado un libro titulado Ganar o morir: lecciones políticas de Juego de Tronos, en el que se lee: “El escenario que nos presenta la serie es, ante todo, un escenario en el que el poder está en disputa y en el que el carácter moral de cada protagonista se revela precisamente en el modo en cómo se disputa ese poder. Todo el mundo tiene hoy la sensación de formar parte de un orden social y económico en el que se han roto todos los pactos que garantizaban la paz y la estabilidad”.

Tres. Sin embargo, para mediados de 2015, con la quinta temporada de Game of Thrones al aire, las interpretaciones políticas sobre la serie en Estados Unidos eran variadas. En RealClearWorld se señalaba que Daenerys Targaryan, la madre de Dragones, representaba a los Estados Unidos en Medio Oriente: la fuerza blanca en el mundo musulmán, con las mejores armas (los dragones) y un ejército de élite. Aunque el célebre periodista y escritor de izquierda Paul Mason escribía en The Guardian que la teoría marxista podía predecir el final de la serie.

Cuatro. El 28 de abril de 2013 la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner posteó en Twitter una pregunta: “Game of Thrones. ¿Mi personaje favorito?: la Madre de Dragones. Seguro se queda con Robb Stark ¿o con Jon Snow?” Daenerys Targaryen, quien en su destierro peregrino salió del fuego al final de la segunda temporada con tres pequeños dragones, había protagonizado en el capítulo anterior una escena impresionante al liberar a los esclavos que había comprado para armarse de un ejército. Para ese entonces el personaje de Jon Snow era comparado políticamente en la serie con el papel que Chacho Álvarez jugó en la política argentina de principios a fines de los 90.


Cinco. El 26 de junio de 2016 culminó la sexta temporada de Game of Thrones, cinco meses antes de las elecciones presidenciales que enfrentaron en Estados Unidos a Hillary Clinton y Donald Trump. La serie trató, en cada temporada, sobre los cambios de régimen, sobre las intrigas y las encerronas de la política. Esa temporada culminó con tres mujeres que emprendían por separado su camino hacia la lucha por el poder en clara alusión, como señaló Emily Nussbaum en The New Yorker, a la disputa política en Estados Unidos ese año, no sólo en torno a Clinton-Trump, también a otras figuras como Bernie Sanders, identificado en la serie en el personaje de un sacerdote que enfrenta a la élite en la ciudad del trono de hierro. 

Política familiar

 

La naturaleza de La casa del Dragón también involucra a la política. Aunque no es necesario haber visto Game of Thrones para comenzar con la precuela que se estrena el 21 de agosto, el espectador que sólo busca “aventura” en la pantalla y sufre de nerviosismo histérico ante posibles spoilers puede ignorar que el final de Game of Thrones –hasta donde nos hace saber Jordan Williams en ScreenRants– es similar al comienzo de La casa del dragón: en los dos casos un concejo elige quién debe ocupar el trono. Es lo más parecido a la democracia que el universo de Westeros pudo imaginar para sus monarquías conspirativas, traicioneras y pendencieras. El régimen es lo que está siempre en disputa: el reinado coercitivo de los Lannister, el distorsionado populismo de los Stark o la fuerza libertadora y vengativa de Daenerys Tangaryen en Games Of Thrones

De la conferencia de prensa que los realizadores de La casa del dragón, Ryan Condal y Miguel Sapochnik, dieron en el set de filmación, en Londres, el Hollywood Reporter rescata las palabras de Sapochnik: “Los personajes principales son dos mujeres y dos hombres. Está el rey (Viserys), su hermano (Daemon), la hija del rey (Rhaenyra) y su mejor amiga (Alicent). Entonces la mejor amiga se convierte en la esposa del rey y, por lo tanto, en la reina. Eso en sí mismo es complicado: cuando tu mejor amiga va y se casa con tu padre. Pero a partir de las cosas más pequeñas, evoluciona lentamente esta gigantesca batalla entre dos bandos”.

En el mismo artículo, el jefe de contenido de HBO, Casey Bloys agrega: “Me gustó la idea de centrarme en una sola familia y, obviamente, los Targaryen tienen mucho drama para recorrer. También me gustó el eco de cómo los imperios pueden caer rápidamente: ese es el tipo de conversaciones que estamos teniendo en nuestro propio país [EEUU], que creo que no es algo de lo que hubiera pensado que estaríamos hablando hace 20 años”.

Aunque los reportes señalan que tanto Martin como los showrunners intentan despegarse en La casa del dragón de las escenas de violencia sexual o de sexo como las que exhibía Game of Thrones –que no existen en las novelas de Martin–, también insisten con las comparaciones shakespirianas, en este caso a propósito de uno de los monarcas del clan Tangaryen: “El rey Viserys es interpretado por Paddy Considine (Peaky Blinders), quien ofrece una actuación que a Martin le emociona particularmente. El autor compara la interpretación de Considine con el Rey Lear. ‘Es un buen hombre, pero un mal rey en el sentido de que trata de complacer a todos’”.

Asimismo, La casa del dragón mantendrá algunos de los escenarios y la arquitectura de su predecesora –en realidad, su sucesora en la línea temporal que plantea la historia–, Game of Thrones, como el torreón rojo o las escaleras que hicieron de escenografía de retorcidos duelos y batallas.

Fuego humano

Cuando Martin vio entusiasmado el desarrollo de 9 de los 10 episodios que tendrá la primera temporada de La casa del dragón expresó –siempre según el Hollywood Reporter–: “Es poderoso, es visceral, es oscuro, es como una tragedia de Shakespeare. No hay Arya, un personaje que a todos les encantaría. Todos son defectuosos. Todos son humanos. Hacen cosas buenas. Hacen cosas malas. Están motivados por el ansia de poder, los celos, las viejas heridas, al igual que los seres humanos. Tal como los escribí”.

Las disputas “raciales”, la tercera ola feminista influyeron sobre la nueva serie. Así como será más “amable” el trato sexual con las mujeres, habrá un personaje principal y miembro del clan Targaryen interpretado por un actor afrodescendiente. Condal y Sapochnik eligieron a Steve Toussaint (El príncipe de Persia, las arenas del tiempo) como un personaje poderoso que es blanco en el libro: Lord Corlys Velaryon, también conocido como The Sea Snake (La serpiente marina). Velaryon desciende de Old Valyria como los Targaryen y es el hombre más rico de Westeros. 

Fue Alexis Raben –quien trabaja en la industria del espectáculo y es la esposa de Sapochnik, tal como relevó la revista Empire– quien sugirió enmarcar la serie en torno a dos mujeres, Rhaenyra y Alicent. “Sería mucho más interesante si se tratara de los dos personajes femeninos principales, en lugar de los personajes masculinos. Si te enfocás en la percepción que tiene el patriarcado de las mujeres, y el hecho de que prefieren destruirse a sí mismos antes que ver a una mujer en el trono. Creo que también hizo que este programa se sintiera más contemporáneo. La pareja comienza la serie como amigas, la disrupción en el reino las encuentra en extremos opuestos de un espectro ideológico cuando se trata de la estructura patriarcal en la que están atrapadas.”

Nueve bocas de fuego

La revista Empire dedicó una edición a La casa del dragón, en la que se cuenta que la primera temporada tendrá 9 dragones, cada uno con una personalidad diferente, desde el que tiene una pierna tullida al cascarrabias.

Si bien la familia Targaryen –la más poderosa de Westeros cuando aún no se había dividido en siete reinos luego de feroces guerras civiles– tiene relación con los dragones, éstos están extintos al principio de la temporada. Lo mismo que Daenerys en Game of Thrones, quien camina a través del fuego con un huevo de dragón, en La casa del dragón sucede algo similar con un huevo que puede verse en los distintos tráilers que lanzó HBO.

Menos “reales” de lo que los representa la tradición china –serpientes voladoras llenas de poder y presagios–, los dragones más occidentales de Westeros en La casa del dragón se asemejan mucho más al monstruo medieval que vencía San Jorge y era una representación demoníaca. Sólo que en la serie este demonio juega más por su poder que por su filiación simbólica. 

En Game of Thrones, los dragones de Daenerys eran un demonio aliado, liberador, imposible de esclavizar, algo así como el fuego contenido de las masas sometidas, liberado por esta mujer que encarnaba su desarraigo y su furia.

Queda por ver luego del estreno del 21 de agosto si los nueve dragones de la nueva serie son el fuego de las masas o el de los drones.

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