Para La Capital
La casa del Dragón (House of the Dragon, en el original) se estrenará en HBO el 21 de agosto. Es la precuela de Game of Thrones, cuyo primer episodio, estrenado en abril de 2011, comenzaba con un caminante blanco –un muerto vivo guiado por una voluntad superior desde el más allá del límite del territorio de los reinos de la saga– que avanzaba por un paisaje helado y concluyó, en mayo de 2019, luego de 73 episodios y 8 temporadas, con la poderosa ciudad de los reyes abrasada por el fuego de dragones.
En esa simetría global –del hielo al fuego– también
se encuadra la serie de libros de George RR Martin, Canción
de hielo y fuego, en los que se basa la serie. Martin,
quien estuvo involucrado en los guiones y el planteo de la saga de HBO hasta la
cuarta temporada, vuelve ahora al ruedo con la precuela que promete contarnos
la llegada al poder –el trono de hierro al que aludía el título de la primera
serie– de la intrigante familia Targaryen, la de Daenerys,
acaso uno de los personajes principales de Game of Thrones. De hecho,
Daenerys es hija de un rey al que llamaban “El Demente” (Aerys Targaryen)
y es ella la última de su estirpe. Para quienes no tienen empacho en acumular
datos sobre una dinastía ficticia, hay en
Wikipedia un mapa genealógico de esta familia de rubios cuyos nombres entorpecerían cualquier texto y confundiría al lector más
despabilado.
Los acontecimientos que narra La casa del Dragón transcurren doscientos años antes de que los Lannister decapitaran a Eddard Stark, Señor del Norte, en el penúltimo episodio de la primera temporada de Game of Thrones.
Fuego político
Acaso la poderosa fantasía que evoca en el título la nueva serie el término “dragón” disipe la poderosa metáfora política con que fue leído el desarrollo de Game of Thrones hasta su final. Acá cinco puntos que merecen tenerse en cuenta a propósito de una serie que, junto con muertos vivos, seres mágicos en un bosque y tres dragones, fue también una ficción muy politizada.
Uno. El 19 de junio 2011 HBO emitió “Fire and
Blood”, el último episodio de la primera temporada de Game
of Thrones. El recién coronado rey Joffrey Lannister lleva a
su futura esposa, Sansa Stark, a observar las cabezas de los decapitados,
puestas en una pica. Entre esas cabezas está la de su padre. Joffrey, que es
perverso, maligno y cobarde, le muestra a la joven las cabezas como si
estuviera en una galería de arte. Hay muchas cabezas y sólo en dos o tres se
reconoce el perfil de algún personaje. Pero unos meses más tarde, en 2012, se
lanzan los episodios en DVD —sí, hace 10 años se veían series en DVD– y
alguien, pausando la reproducción de esa escena, reconoció entre las cabezas de
esas picas la del ex presidente George W. Bush (sucedido por Barack Obama en
2009). Los republicanos tomaron nota del asunto, montaron en cólera y, como
señaló Sean
O’Neal en el sitio AVClub, graznaron que HBO apoyaba la
reelección de Barack Obama y llamaron a boicotear la tira.
Dos. El 15 de abril de 2015, en Bruselas, el líder de Podemos y hasta hace unos meses vice presidente de España, Pablo Iglesias, se saltó los protocolos y encaró al flamante rey Felipe para entregarle una copia de la serie Game of Thrones, para que “le dé las claves sobre la crisis política de España”, como declaró luego. Para entonces, Iglesias había publicado un libro titulado Ganar o morir: lecciones políticas de Juego de Tronos, en el que se lee: “El escenario que nos presenta la serie es, ante todo, un escenario en el que el poder está en disputa y en el que el carácter moral de cada protagonista se revela precisamente en el modo en cómo se disputa ese poder. Todo el mundo tiene hoy la sensación de formar parte de un orden social y económico en el que se han roto todos los pactos que garantizaban la paz y la estabilidad”.
Tres. Sin embargo, para mediados de 2015,
con la quinta temporada de Game of Thrones al aire, las interpretaciones políticas sobre la serie en
Estados Unidos eran variadas. En RealClearWorld se señalaba que Daenerys Targaryan, la madre de Dragones, representaba a los
Estados Unidos en Medio Oriente: la fuerza blanca en el mundo musulmán, con las
mejores armas (los dragones) y un ejército de élite. Aunque el célebre
periodista y escritor de izquierda Paul Mason escribía en The Guardian que la teoría
marxista podía predecir el final de la serie.
Cuatro. El 28 de abril de 2013 la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner posteó en Twitter una pregunta: “Game
of Thrones. ¿Mi personaje favorito?: la Madre de Dragones. Seguro se queda con
Robb Stark ¿o con Jon Snow?” Daenerys Targaryen, quien en su destierro peregrino salió del fuego al final de la segunda
temporada con tres pequeños dragones, había protagonizado en el capítulo
anterior una escena impresionante al liberar a los esclavos que había comprado
para armarse de un ejército. Para ese entonces el personaje de Jon Snow era
comparado políticamente en la serie con el papel que Chacho Álvarez jugó en la
política argentina de principios a fines de los 90.
Game of Thrones. ¿Mi personaje favorito?: la Madre de Dragones. Seguro se queda con Robb Stark ¿o con Jon Snow?.
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) April 28, 2013
Cinco. El 26 de junio de 2016 culminó la sexta temporada de Game of Thrones,
cinco meses antes de las elecciones presidenciales que enfrentaron en Estados
Unidos a Hillary Clinton y Donald Trump. La serie trató, en cada temporada,
sobre los cambios de régimen, sobre las intrigas y las encerronas de la
política. Esa temporada culminó con tres mujeres que emprendían por separado su
camino hacia la lucha por el poder en clara alusión, como señaló Emily Nussbaum
en The New Yorker, a la disputa política en Estados Unidos ese año, no sólo en torno a
Clinton-Trump, también a otras figuras como Bernie Sanders, identificado en la
serie en el personaje de un sacerdote que enfrenta a la élite en la ciudad del
trono de hierro.
Política familiar
La naturaleza de La casa del
Dragón también involucra a la política. Aunque no es necesario haber visto Game
of Thrones para comenzar con la precuela que se estrena el 21 de agosto, el
espectador que sólo busca “aventura” en la pantalla y sufre de nerviosismo
histérico ante posibles spoilers puede ignorar que el final de Game
of Thrones –hasta donde nos hace saber Jordan Williams en ScreenRants– es similar al comienzo de La casa del dragón: en los dos casos
un concejo elige quién debe ocupar el trono. Es lo más parecido a la democracia
que el universo de Westeros pudo imaginar para sus monarquías conspirativas,
traicioneras y pendencieras. El régimen es lo que está siempre en disputa: el reinado
coercitivo de los Lannister, el distorsionado populismo de los Stark o la
fuerza libertadora y vengativa de Daenerys Tangaryen en Games Of Thrones.
De la conferencia de prensa que los realizadores de
La casa del dragón, Ryan Condal y Miguel Sapochnik, dieron en el set de
filmación, en Londres, el
Hollywood Reporter rescata las palabras de Sapochnik:
“Los personajes principales son dos mujeres y dos hombres. Está el rey
(Viserys), su hermano (Daemon), la hija del rey (Rhaenyra) y su mejor amiga
(Alicent). Entonces la mejor amiga se convierte en la esposa del rey y, por lo
tanto, en la reina. Eso en sí mismo es complicado: cuando tu mejor amiga va y
se casa con tu padre. Pero a partir de las cosas más pequeñas, evoluciona
lentamente esta gigantesca batalla entre dos bandos”.
En el mismo artículo, el jefe de contenido de HBO,
Casey Bloys agrega: “Me gustó la idea de centrarme en una sola familia y,
obviamente, los Targaryen tienen mucho drama para recorrer. También me gustó el
eco de cómo los imperios pueden caer rápidamente: ese es el tipo de
conversaciones que estamos teniendo en nuestro propio país [EEUU], que creo que
no es algo de lo que hubiera pensado que estaríamos hablando hace 20 años”.
Aunque los reportes señalan que tanto Martin como
los showrunners intentan despegarse en La casa del dragón de las
escenas de violencia sexual o de sexo como las que exhibía Game of Thrones
–que no existen en las novelas de Martin–, también insisten
con las comparaciones shakespirianas, en este caso a propósito de uno de
los monarcas del clan Tangaryen: “El rey Viserys es interpretado por Paddy
Considine (Peaky Blinders), quien ofrece una actuación que a Martin le
emociona particularmente. El autor compara la interpretación de Considine con
el Rey Lear. ‘Es un buen hombre, pero un mal rey en el sentido de que trata de
complacer a todos’”.
Asimismo, La casa del dragón mantendrá
algunos de los escenarios y la arquitectura de su predecesora –en realidad, su
sucesora en la línea temporal que plantea la historia–, Game of Thrones,
como el torreón rojo o las escaleras que hicieron de escenografía de retorcidos
duelos y batallas.
Fuego humano
Cuando Martin vio entusiasmado el desarrollo de 9 de los 10 episodios que tendrá la primera temporada de La casa del dragón expresó –siempre según el Hollywood Reporter–: “Es poderoso, es visceral, es oscuro, es como una tragedia de Shakespeare. No hay Arya, un personaje que a todos les encantaría. Todos son defectuosos. Todos son humanos. Hacen cosas buenas. Hacen cosas malas. Están motivados por el ansia de poder, los celos, las viejas heridas, al igual que los seres humanos. Tal como los escribí”.
Las disputas “raciales”, la tercera ola feminista
influyeron sobre la nueva serie. Así como será más “amable” el trato sexual con
las mujeres, habrá un personaje principal y miembro del clan Targaryen
interpretado por un actor afrodescendiente. Condal y Sapochnik eligieron a
Steve Toussaint (El príncipe de Persia, las arenas del tiempo) como un
personaje poderoso que es blanco en el libro: Lord Corlys Velaryon, también
conocido como The Sea Snake (La serpiente marina). Velaryon desciende de
Old Valyria como los Targaryen y es el hombre más rico de Westeros.
Fue Alexis Raben –quien trabaja en la industria del
espectáculo y es la esposa de Sapochnik, tal como relevó la
revista Empire– quien sugirió enmarcar la serie en
torno a dos mujeres, Rhaenyra y Alicent. “Sería mucho más interesante si se
tratara de los dos personajes femeninos principales, en lugar de los personajes
masculinos. Si te enfocás en la percepción que tiene el patriarcado de las
mujeres, y el hecho de que prefieren destruirse a sí mismos antes que ver a una
mujer en el trono. Creo que también hizo que este programa se sintiera más
contemporáneo. La pareja comienza la serie como amigas, la disrupción en el
reino las encuentra en extremos opuestos de un espectro ideológico cuando se
trata de la estructura patriarcal en la que están atrapadas.”
Nueve bocas de fuego
La revista Empire dedicó una edición a La casa del dragón, en la que se cuenta que la primera temporada tendrá 9 dragones, cada uno con una personalidad diferente, desde el que tiene una pierna tullida al cascarrabias.
Si bien la familia Targaryen –la más poderosa de
Westeros cuando aún no se había dividido en siete reinos luego de feroces
guerras civiles– tiene relación con los dragones, éstos están extintos al
principio de la temporada. Lo mismo que Daenerys en Game of Thrones,
quien camina a través del fuego con un huevo de dragón, en La casa del
dragón sucede algo similar con un huevo que puede verse en los distintos
tráilers que lanzó HBO.
Menos “reales” de lo que los representa la tradición
china –serpientes voladoras llenas de poder y presagios–, los dragones más
occidentales de Westeros en La casa del dragón se asemejan mucho más al
monstruo medieval que vencía San Jorge y era una representación demoníaca. Sólo
que en la serie este demonio juega más por su poder que por su filiación
simbólica.
En Game of Thrones, los dragones de Daenerys
eran un demonio aliado, liberador, imposible de esclavizar, algo así como el
fuego contenido de las masas sometidas, liberado por esta mujer que encarnaba
su desarraigo y su furia.
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