El
teólogo gallego Andrés
Torres Queiruga estuvo en Rosario a fines de septiembre,
donde el arzobispado le prohibió dar una charla dentro de su ámbito
por no coincidir con sus opiniones. Sin embargo, el español habló
para una nutrida concurrencia en el CMD Noroeste, donde dijo: “Todos
tenemos derecho a razonar nuestra fe”.
Imagen tomada del blog Hora de verdad.
Para
Cruz del Sur
Cayó
la tarde en el auditorio del Centro
Municipal de Distrito Noroeste, en Provincias Unidas y Junín.
Una de las empleadas no sabe quién es Andrés Torres Queiruga, pero
dice que el auditorio está lleno y, como en la pregunta escuchó
“conferencia del teólogo”, agrega: “Ah, sí, vimos pasar unas
monjas”.
Y
así es, tan intenso como el vasto discurso de Torres Queiruga, que
habla de “pensar la fe”, es el espectáculo de esos creyentes que
se reunieron allí para escucharlo. Hay hombres solos, mujeres,
jóvenes, religiosos. Cuando el teólogo, que vino de Galicia y
estuvo hace pocos días en un encuentro de la Teología de la
Liberación en Brasil, abra su conversación para el público, los
presentes tirarán todo tipo de preguntas, desde qué es la Santísima
Trinidad a qué significa hacer el bien. Lo que se juega en esas
inquisiciones del auditorio no es sólo el saber en torno a
cuestiones de la doctrina, sino la misma experiencia de la fe.
Torres
Queiruga nació en La Coruña en 1940 y reside nada más ni nada
menos que en Santiago
de Compostela; es un reconocido teólogo y escritor gallego con
premios y reconocimientos que exceden incluso el ámbito de lo
religioso (como el de crítica por sus ensayos o a la traducción que
hiciera de la Biblia). En Rosario fue presentado por Ariel
Álvarez Valdés, fundador de la Fundación
para el Diálogo, a cuya sede en Santiago del Estero se dirigía
Torres Queiruga tras su paso por Rosario.
Con
calma y razocinio
La
conferencia del teólogo español, originalmente titulada “Cómo
entender la divinidad de Jesús”, iba a tener lugar en una sala de
Hermanos Maristas, pero según trascendió, una recomendación del
arzobispo de Rosario, José Luis Mollaghan, disuadió a las
autoridades de esa parroquia de recibir a Torres Queiruga. Es que la
Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal
Española “discutió” algunos de los planteos teológicos del
gallego en marzo de este año a través de una “notificación” en
la que cuestionaba la catolicidad de algunas de las tesis de Torres
Queiruga, por lo que le sugería que siguiera “clarificando su
pensamiento” y lo pusiera “en plena consonancia con la tradición
de fe autorizadamente enseñada por el Magisterio de la Iglesia”.
Las máximas autoridades de la doctrina de España lo acusaron de
“negar implícitamente la resurrección” (acá
su epílogo al libro Repensar la resurrección).
Cosa a la que el visitante prefirió no referirse en Rosario y
mantuvo siempre el tono cordial y abierto, comprensivo, aunque no
dejó de mencionar lo bien que la Teología de la Liberación había
hecho a la iglesia y, en su charla, citó pensadores de todo el
inmenso arco que va de la teología a la historia de las religiones,
desde los protestantes Paul Tillich o Paul Ricoeur, hasta Ecrivá de
Balaguer o Mircea Eliade.
“Lo
tomo con mucha clama –dijo el teólogo cuando le
pregunté por la advertencia de Mollaghan–,
comprendo
que las mentalidades son distintas y aunque me parece que no es lo
más correcto, como puedo seguir hablando, puedo seguir anunciando el
avangelio, puedo seguir haciendo teología, procuro centrarme en lo
que puedo hacer y lo otro prefiero dejarlo en la sombra. Desde luego,
espero nunca parecer una persona amargada y agresiva. Me gusta
construir paz y tolerancia”.
“Mi
canon dentro del canon”, diría Torres Queiruga al referirse a eso
que le permite hacer foco, iluminar y comprender las verdades de la
fe, es que “Dios es salvación: si aparece en la vida es porque
quiere salvar, quiere nuestro bien”. Y entonces dejó planteado el
meollo de todo acto de fe: “No nos damos la creación a nosotros
mismos: podríamos tranquilamente no estar acá. La idea de la
creación apunta a esto de que Dios nos da la vida, de modo que la
creación no aconteció in
illo tempore
(en los tiempos remotos), sino que Dios nos está creando, ¿y para
qué nos crea, para que lo sirvamos o alabemos? Sería absurdo, un
ser omnipotente no necesita que nadie lo sirva y menos que lo alaben,
una madre no querría semejante cosa. Nos crea por amor, para
regalarnos su amor , para que otros participen del bien y la
felicidad”.
Con
esa introducción quedó claro el tema de su charla y, sobre todo, el
de sus lineamientos teológicos: pensar la fe pero, sobre todo,
pensarla a partir de la experiencia misma de la fe. “Todos tenemos
derecho a pensar la fe”, concluyó en un momento.
Divino
y profano
La
amabilidad, la apertura al diálogo y la contemplación a las
restricciones de las autoridades eclesiásticas vernáculas y
españolas tuvieron también una parada de carro en la conferencia
del español cuando dijo cosas como “Si hace bien, es tan santo
comer como rezar”, aunque aclaró que si comer se vuelve el centro
de la vida de una persona ya no puede hacer bien y agregó: “Una
vida puede ser santa y a la vez profana, normal”.
También
dijo: “Hay cosas que creemos pero que si las pensamos un momento no
las creeríamos”. Y, tras desdibujar la idea del infierno y las
condenas a permanecer a las brasas durante la eternidad, Torres
Queriuga definió: “Ya en el Concilio Vaticano II (1962-1965) se
había concluido que somos responsables de mucho del ateísmo”, y
un razonameinto que lo llevó de san Irineo (“La gloria de Dios es
la persona viva: una persona que ayuda está haciendo acontecer a
Dios”) a la Teología de la Liberacion, a la que calificó de “una
bendición para nuestra iglesia, porque nos enseñó una iglesia
preocupada por los que sufren”. Y dio un ejemplo elocuente: “En
españa la iglesia queda siempre muy mal en las encuestas, allá
atrás, junto con el Ejército, pero Cáritas está siempre primero
porque todos le reconocen que está para ayudar a los que más lo
necesitan”.
Entre
las preguntas de la concurrencia, en el CMD Noroeste, alguien
preguntó cómo veía la iglesia del futuro, a lo que Torres Queiruga
contestó de inmediato que no podr{ia hacer futurología, pero, dijo:
“Espero que será mejor, conocí la de Pío XII, que era mucho más
conservadora que la actual”.
También
diría a este diario cuando se lo consultó por la rigidez de algunas
medidas de las autoridades eclesiásticas que desaconasejaron su
intervención dentro del ámbito del arzobispado: “Si somos
realistas y adultos nos damos cuenta que no en todo podemos estar de
acuerdo porque es la vida misma, que es limitada. Por eso el papa
Juan hablaba de acentuar lo que nos une y comprender lo que nos
diferencia. Si practicáramos eso en la iglesia sería un gran
avance. Incluso para lo social, porque vivimos en una sociedad muy
conflictiva y la iglesia debiera ser un ejemplo y una llamada a este
diálogo fraternal, a esta tolerancia”.
Por
último, le preguntamos si no prefería al Joseph Ratzinger (el
actual papa Benedicto XVI) en su rol de principios de los 60, cuando
era un febril activista durante el Concilio Vaticano II:
“Posiblemente –dijo Torres Queiruga– la primera etapa, hasta
finales de los 60, fue más abierta que la etapa posterior, pero
también es cierto que una vez que el papa ya no ejerce propiamente
como teólogo sino como pastor entra en otro estilo y, claro, siempre
al que gobierna no le toca ser el intelectual de punta sino gobernar,
apaciguar y ser más moderado. Pero también podemos todos en la
fraternidad de la iglasia estar dialogando para ayudar a que el papa
sea lo más fiel posible a su misión”.
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